Capítulo 21

907 28 10
                                    

Capítulo XXI

Cuando estés lista

Llegamos a un edificio grande y algo lujoso, miré a Santiago y enarqué una ceja. Él me dio un rápido beso y fuimos directo al ascensor.

-Arriba te explico –  dijo abrazándome por la espalda.

-Te va a gustar.

Entramos al apartamento y era amplio, estaba amoblado en un estilo moderno, como si fuera de un ejecutivo, o un solteros acaudalados.

-No te creo si me dices que acá vives.

-Y no tienes por qué, acá no vivo yo, vive mi hermano, pero vengo a visitarlo a menudo. Sin embargo, ahora está de viaje así que lo tengo para mí por estos días.

-Que amabilidad la tuya, me imagino el suplicio que debe ser vivir con todas estas comodidades.

-No tienes ni idea, cariño.

Él sonrió de nuevo y dijo:

-¿Quieres algo?

-¿Cómo qué?

-No sé, lo que tú quieras.

-¿Me vas a dar el apartamento?

-Si fuera mío, lo pensaría.

-¿Seguro?

-Sí, de ti dependería convencerme.

-Mmmm... tentador – 

Me acerqué y lo besé, esta vez más lento, él acariciaba mi espalda. Pasó sus labios por mi cuello, me estiré y él tuvo más espacio para besarme, decía cosas, pero yo no escuchaba, estaba pérdida en él y con él.

-Vamos a preparar algo antes. – dijo él.

Asentí porque estaba sin palabras y lo seguí a la cocina, miramos lo que había y al final nos decidimos por unos pastelitos de chocolate  refrescos.

 Cerca del balcón había un mueble con una mesita, y  entre besos y risas fuimos comiendo, hasta que en un momento nos quedamos mirando el uno al otro. Luego, él me miraba como si fuera la primera vez que nos viéramos.

Me tomó por la cintura y comenzamos con otro beso, más profundo, poco a poco nos acostamos en el sofá, y no pensaba en nada más. Sólo quería a Santiago conmigo, después de un beso venía otro,  él sabía a chocolate, era dulce, igual que sus labios, seguimos y percibí su loción, una fragancia deliciosamente masculina.

Estaba acostada y él estaba encima de mí, regando besos por todas partes, volviéndome loca, y haciéndome querer más de él; yo lo acariciaba y escuchaba nuestras respiraciones agitadas, se levantó por un momento y me miró. 

Una mirada intensa que quería decirme tantas cosas, pero el momento no daba para palabras, dije su nombre en un suspiró, acaricié su cara y el cerró los ojos, le dije:

-Santiago – el besó la palma de mi mano, justo en el centro y sólo eso bastó para estremecerme.

-Santiago... yo... 

-¿Sí...cariño? – me miró de nuevo y le dije.

-Te quiero.

El siguió mirándome, mis labios, mis ojos, y me dijo cerrando sus ojos:

-Yo también te quiero.

-No tienes que decírmelo de vuelta.

-No te lo digo de vuelta – me acarició la mejilla y dijo:

AMORES QUE NO MUERENDonde viven las historias. Descúbrelo ahora