Capítulo 18

1 0 0
                                    

Rogelio era muy rápido, realmente tenía mejor condición física que yo. Pero a pesar de que él podía correr como una garza, en ningún momento me dejo atrás, trato de ir a mi ritmo y darme ánimos para ir más rápido.

—Ya no puedo—. Comencé a caminar—. Lo siento, pero no puedo ya.

—No te preocupes, así nos pasa a todos.

Caminamos por un buen rato hasta que nos tiramos en el pasto. Lo primero que hice fue quitarme los tenías para poder sentir el pasto.

—Eso yo lo hacía cuando tenía como diez años.

—A mí me encanta hacer esto, me siento más libre.

—Vicky, gracias por ser amiga de Alicia —sonrió—, no es muy amistosa mi hermana, eso todos lo sabemos.

—Es incomprendida, pero no tienes nada que agradecerme.

—La verdad llegaste de la nada a nuestras vidas. Pero creo que fue por algo bueno.

—Eso espero, no quisiera ser como los gatos negros.

—Si lo dices por Camilo, déjalo.

Rogelio se quitó los tenis, ahora los dos teníamos los pies completamente descalzos.

—Siento como si conociera este lugar, como si tuviera un déjà vu —dije.

—¿Sabes?, me pasa algo igual. Usualmente, desde que tengo memoria, vengo solo a correr y nunca me había sentado. Pero sí, es como si ya hubiera pasado esto antes.

—Tal vez de alguna vida pasada.

—No soy muy conocedor de eso, pero puede ser.

—Yo digo que sí, espero poder venir más seguido. Me siento muy tranquila aquí.

—Te sentirías mucho mejor si montaras, es lo que más me gusta y al menos a mí me sirve para relajarme.

—¿Crees que me serviría?

—Yo digo que sí, empiezo a creer que somos muy similares.

Ambos nos colocamos los tenis, Rogelio se paró primero para poder ayudarme a ponerme de pie. Quede bastante cerca de él, más de lo que había soñado.

—¿Vamos? —pregunto sonriendo.

—Vamos.

Íbamos a los establos, si bien ya no corriendo, estábamos trotando. En cuanto llegamos empezó a mostrarme todos los caballos que tenían, nunca había visto tantos en mi vida. Todos parecían hermosos, hasta que uno llamo mi atención por completo, era color blanco, acaricie un poco su cabeza y este solo se dejaba.

—Vaya, contigo si se dejó —comento Rogelio mientras se acercaba.

—¿Por qué lo dices?

—Se llama Gitana, no deja que nadie la monte, ni mucho menos que se le acerquen con facilidad, de hecho, yo me encargo personalmente de ella.

—¿Es tuya?

—No, es de un amigo de papá. Hace años que dejo de venir, recuerdo que tenía una hija, de hecho, de ella es la yegua.

—¿Puedo montarla?

—No sé, Gitana no es fácil de montar.

—No creo que me tire, tú mismo dijiste que no se deja tocar por nadie y conmigo si, se ve que nos caemos bien.

—Pero seguirás todas mis indicaciones.

Rogelio se dispuso a ensillar a Gitana, yo estaba muy emocionada, ya que realmente no sabía montar. Me ayudo a poder montarla y seguí las indicaciones que me daba. La verdad es que no sentí miedo en ningún momento, al contrario, Gitana era muy calmada y obedecía.

El Dilema de VictoriaWhere stories live. Discover now