Calma

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Abro los ojos y siento que mi cuerpo se despierta. Miré a mi alrededor y no estoy en mi habitación. Esta es la habitación de Verónica. Quizás me trajo aquí porque su cama es más grande.

Volvieron los últimos momentos antes de mi desmayo y me sentí horrible de nuevo. ¿Por qué Hugo mintió así? ¿Por qué todos le creyeron y no me escucharon?

—Soy una tonta.—Dije y volví a llorar.

La puerta se abrió y entró Verónica, estaba vestida con algo más sencillo, un vestido menos voluminoso, era blanco, de seguro estaba tratando de cocinar algo.
A paso lento, se acercó a mí mirándome sin expresión alguna, solo miraba mis ojos en silencio, opté por bajar la cabeza, me daba mucha vergüenza que ella me mirara y pensara cosas impuras de mí.

—¿Cómo sigues?—Indagó. No respondí, no tuve valor, solo se escucharon mis sollozos y el suspiro de Verónica.—¿Tienes hambre?

Negué con la cabeza.

—María Guadalupe al menos ten el coraje de enfrentarme.—Se escuchó como una orden.

No podía, no podía levantar la cabeza y ver sus ojos verdes decepcionados, no podía mirarla a los ojos de la vergüenza que me daba, simplemente no podía.
Verónica, cansada de mis vueltas, agarró mi mentón y me hizo mirarla, solo la vi unos segundos antes de que mi mirada se cristalizara.

—No llores.—Dijo con un toque de dulzura.

—Perdón.—Las lágrimas que estaba reteniendo bajaron por mis mejillas y mojaron su mano.

Volví a bajar la cabeza.

—Ana... no quiero molestarte, pero necesito que me digas si él te hizo algo.—Estaba intranquila.

Sorbi mi nariz.

—Ya no importa.

—¿Cómo que no?—Se molestó.

—De todas maneras no me va a creer usted.–Aprete mis labios.

—Discúlpeme ana, pero ¿qué diablos estás diciendo?—Hizo que levantara la cabeza una vez más. Esta vez su mirada era de enojo.—¿Crees que soy como los estúpidos esos?

—¡Usted ya escuchó a esa gente!—Me levanté de la cama y me puse frente a ella.—¡Todos creyeron en Hugo, no hay manera de que yo pueda limpiar mi nombre ahora!

Estaba desesperada al punto de no molestarme en contestarle e incluso levantar la voz.

—Ana, por favor, calma.—La señora agarro mi rostro entre sus manos y beso mi frente.—Ya está, mi vida.—Susurró y me pegó a su pecho.—Yo le creo.

La abracé hubo pocos momentos que me mostró cariño pero eso los hacía "especiales" así me sentí en ese momento ya que a Verónica no le gusta tanto abrazar ni que la toquen, ni que le respiren cerca. En sí, no le gusta ni que le respiren cerca si es posible. No sé cuánto tiempo nos abrazamos, pero fue suficiente para calmarme. La señora se sentó en la cama y me senté a su lado. Logré calmarme y pude contarle todo como realmente era, al final ella suspiró y me miró con reproche.

—¿Por qué no me lo dijo antes?—Preguntó, ahora con más calma.

—Cuando llegué estaba durmiendo y hoy... simplemente no quería hacerlo.—Confesé.

—Pero ¿por qué?—Se levantó de la cama y caminó de un lado al otro. Su vestido se abulta con cada paso desesperado que daba.—Guadalupe, sabes muy bien que eres mi responsabilidad, no puedo no saber esas cosas. ¿Y si él le hacía daño? ¿Algún momento me lo hubiese dicho?

—No quería que se molestara...—Susurre.

Mi mayor se detuvo y  me miró, con sus manos ahuecadas en su cintura acercó su rostro al mío.

Solo quiero ser amadaWhere stories live. Discover now