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Cuando terminaron aquel beso tan sincero, juntaron sus frentes, manteniendo los ojos cerrados, estaban completamente tranquilas, seguras de que nadie podía molestarlas.

–Es el mejor regalo que he recibido en mi vida, gracias anilla.—Susurró con voz calmada acariciando las mejillas de su pequeña.

Las mejillas de Ana estaban sonrosadas y manchadas de un color más intenso cuando abrió los ojos y vio que la mayor la miraba tan de cerca que bajó la cabeza haciendo reír a Verónica.

—Y-Yo creo que debemos volver.–Tragó saliva y miro sus ojos fugazmente.

No querían regresar, pero tampoco sabían cómo continuar, la primera en levantarse fue la castaña, extendiendo su mano a la pelinegra quien gustosamente aceptó y las dos regresaron a la fiesta.

–¡Vero! ¿Dónde te habías metido mija?–Alberto la tomó de los hombros y la llevo a la mesa donde estaba el pastel.–¡YA ESTA LA CUMPLEAÑERA!

Daniela encendió las velas mientras todos estaban alrededor de la mesa, ella buscaba a su pequeña, quería cantar a su lado.

–Esperen, esperen–Exclamó haciendo señas con sus manos.–¡Ana, anilla!

Cuando por fin logró ver su rostro entre los demás, le hizo un gesto para que se acercara para tenerla cerca, le sonrió ahora si podían cantar las mañanitas.

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Las dos mujeres desayunan en el jardín aún en camisones de seda una de morado y la otra de rojo, disfrutan la mañana siguiente a la fiesta sin resaca, gracias a Dios, pero con mucho cotilleo. Verónica contaba como ana la había besado parecía una adolescente que había dado su primer beso.

–¡Fue muy mágico!–Rió con emoción y un brillo especial en sus ojos.

La doña bebió un poco de té y escuchó atenta la historia de aquella enamorada.

–¿Cuándo le vas a proponer ser su pareja?–Preguntó con media sonrisa.

La sonrisa de Verónica se desvaneció y comenzó a mover la cabeza como si hubiera escuchado una barbaridad tremenda.

—Jamás, eso ya lo he hablado con usted.–Rasco su cabeza con nerviosismo.

–Conmigo sí, pero con ella.–Movió su cabeza levemente para delante señalando a la menor, quien venía con un ramo de flores y una bandeja en la mano.

Con cada paso que daba Verónica se quería morir y hasta pensó en fingir un ataque de locura para no tener que pasar por esa situación, insultó internamente cuando la señora se levantó de la silla y tomó su taza, dado por  terminado su desayuno.

—Qué bonita sonrisa, ana.–Elogio pasando al lado de ella y encaminándose a la casa.

La chica de ojos rasgados y gran sonrisa toma asiento  frente a la mujer que quería que la tierra se la tragara en ese mismo momento, pero ocultó sus nervios ajustando su bata.

–Son para usted.–Le extendió el ramo de tulipanes.–Es la primera vez que tengo una planta y no se muere.–Agregó.

—Bueno gracias–Tomó el ramo, lo apoyó en su falda y sonrió de lado.–Quizá no se murió porque la he regado. ¿No crees?

La menor rió.

–Lo sé, la próxima prometo tener más cuidados.–Cruzó los dedos.

—¿No desayunas?–Se levantó para servirle un poco de té.

Solo quiero ser amadaWhere stories live. Discover now