Los Gabriel

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Ya había terminado con los álbumes de fotos, así que esa tarde decidió hojear el libro de "sentimientos" que tenía hojas con cosas tachadas y varios dibujos además de listas. Era por una página donde había otro poema, esta vez decidió leerlo con calma, no tenía prisa por que la encontraran.


Abre las ventanas al amor

Debería abrir las ventanas al amor. animarme. Decir no al pasado y su dolor sin negar todo lo bueno que me dio.

Desde que llegó, día a día, ha vuelto mi alegría de vivir y volver a tener una ilusión hoy más que nunca creo que "siempre hay esperanza si te llega el amor". Quisiera abrir la puerta de mi corazón y dejar salir este nuevo amor que nació, soñar sin miedo al qué dirán.

Tengo que volver a sonreír, dar rienda suelta a la emoción, todo es más bonito, todo es infinito al amar todo es mejor... Abriré las ventanas al amor y buscaré ser feliz una vez más. Quiero poder volver a decir "sí" sin titubear hacer lo que manda el corazón.

Ana no podía creer que la mujer más seria y fría que conoce, a la que no le gusta que estén molestando y que no hace un gesto de cariño hacia nadie si no lo ve necesario, era la misma mujer que escribió estos poemas, así decidió llamarlos ya que eran totalmente hermosos, pero a veces incomprensibles.

Se preguntaba quién fue o es la inspiración de Verónica. ¿Quién la tenía tan enamorada? Muchas preguntas y ninguna respuesta concreta. 

Volvió al álbum de fotos justo en la última página donde estaba su foto favorita era donde Verónica se veía muy bonita en su opinión.

—No, ella lo notaría...—Se susurró a sí misma mientras pasaba la mano por el plástico de la fotografía, sintiéndose tentada a meter la mano y conservarla.—Tal vez no lo note.

Con cuidado de no romper nada, la sacó. Ni ella misma sabía para qué la quería, al fin y al cabo era solo una foto que al parecer era de unos años atrás.

Sonrió al ver a esa joven vero, estaba tan concentrada que el reloj la asustó cuando dieron las 12, Juan estaba a punto de llegar a almorzar y ella no había preparado nada, también tenía que acomodar y limpiar porque Verónica llegaria  mañana a las 8:00 pm y... todo era un desastre.

Guardo los álbumes lo mas rápido posible y cerró el baul con el candado, abrio la ventana y estiró la cama de la señora, ya que  no quería problemas. Al ver que la habitación estaba ordenada como lo había dejado su cuidadora, salió cerrando la puerta.

Fue a su habitación, que estaba a cuatro puertas de distancia de la habitación de Verónica, dejó la foto dentro de su álbum de fotos y luego puso el libro en el cajón de la cómoda. Bajando las escaleras, vio a Alberto de espaldas, arreglándose el cabello mientras se miraba en el espejo.

—¿Ana?—Alberto la vio bajar la escalera.—A vero no le va a gustar este desastre.

—Lo sé es que... que... ¡Me quedé dormida!—Inventó.—Sí, sí, eso es.

—Traje el almuerzo, así que primero te ayudaré a limpiar un poco, almorcemos luego y me iré pa' trabajar de nuevo, ¿jalas?—Preguntó, dejando el sombrero en el perchero.

Ana asintió sonriente.

Ambos lograron acomodar la casa, no había ropa para lavar por lo que Verónica podría lavar la ropa que llevo en el viaje y tenderla.
Ana trapeo los pisos de cerámica y limpió muy bien las salas que tenían alfombra estaba todo muy limpio hasta cambio las flores de los jarrones por lo que había  muy buen aroma.

—Ea muy agradable estar aquí.—Dijo alberto una vez sentados en el sofá.

—La casa de la señora es muy bonita.—Contestó la pelinegra.

Ambos disfrutaban de los bocadillos que trajo Alberto, pusieron música en el tocadiscos, les gustaban las mismas canciones y ambos cantaban las mismas líneas.

—Tu voz suena muy bien, de verdad me gusta.

Ana sintió un calorcito que subió a sus mejillas.

—También cantas muy bonito.—Sonrió bajando la mirada.

Ana acompañó a Alberto al trabajo disfrutaron pasar tiempo juntos ambos se entendían, ella se divertía y Alberto disfrutaba de su compañía y sus conversaciones sobre lo que les pasaba por la cabeza. Caída la noche volvieron a casa ambos exhaustos en el sofá quedaron rendidos, ana en el pecho de Alberto y Alberto abrazado el cuerpo de Ana. A la mañana siguiente ella se despierta y mira hacia arriba: Juanga dormía muy plácidamente como si no tuviera obligaciones que cumplir, vio la hora y decidió levantarse para prepararle el desayuno y pudiera salir tranquilo.

—Buenos días.—Saludó el moreno entrando a la cocina.

—Creí que habías fallecido.—Bromeó ella, dando vuelta a los huevos.—Siéntate.

—Ojalá, no tendría que ir a trabajar.—Contestó apoyando sus codos en la mesa.—A veces quisiera solo cantar.

—Tal vez algún día te llamen.

Ana apoyo el plato con huevos revueltos sobre la mesa, también había jugo exprimido y té.

—Voy a echar de menos esto.—Sonrió Juanga.—Gracias, anita.

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Sisiyalachingada

Solo quiero ser amadaHikayelerin yaşadığı yer. Şimdi keşfedin