Pienso en ti

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La pequeña lucero se lanzó a los brazos de la pelinegra en cuanto la vio entrar por la puerta de la habitación.

-¡Ana!-Beso su mejilla.-No sabes cuánto te extrañe.

La mayor sonrió.

-Yo también te extrañé a ti.-Acarició su coronilla.-También a Dianita.

Después de unos minutos más abrazándose, fueron al jardín en busca de Diana, quien saltó de alegría al ver a la mujer de cabello negro haciendo que las tres se abrazaran.

-¿Cómo fue tu regañada?-Indagó paredes.

-¡Verdad!-Lucero abrió los ojos en sorpresa, como si hubiese olvidado una gran pregunta.-No la vimos, pero el trío de inútiles dijo que la señora estaba muy alterada.

Ana suspiró.

-Estaba molesta pero no lo suficiente como para gritarme como pensaba, solo me pidió que no lo hiciera sin su permiso.-Contó.

-Eso es bueno.-Asintió Diana.

-Y su madre me regaló un cachorrito.-Dijo con entusiasmo.

-¡¿De verdad?!-exclamó Lucero con júbilo.-¿Cómo le pusiste nombre?

-Se llama Jazmín, como las flores favoritas de la señora Castro.-Sonrió con timidez.-Aunque antes de irse, ella me dijo algo que me preocupó.

-¿El perro?-Preguntó la rubia sin entender.

Ana y Diana comenzaron a reír haciendo que la pequeña se sonrojara.

-La señora Castro.-Aclaró la pelinegra entre risas.

Continuaron riéndose de la pregunta tonta de Lucero haciendo que ella mantuviera los brazos cruzados y aún sonrojada, rodó los ojos con molestia.

-¿Qué dijo doña Castro?-pregunto tratando de pasar su momento de vergüenza.

Después de algunas risas más, se tomaron un momento para ponerse serias, o al menos lo intentaron.

-Ella dijo que me extrañaría.

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Apenas terminó su clase, salió del salón y caminó hacia su cuarto mientras tarareaba una canción al azar, sonrió y saludó a sus compañeras, entró a su cuarto y saludó a Lucero y Diana quienes estaban recostadas en la cama jugando a las cartas.

-¿Y ese humor tan bueno?-Preguntó Diana.

-Mañana es mi cumpleaños y es domingo. -Contó con júbilo.- La señora Castro vendrá por mí y me llevará a casa.

-¿Tu cumpleaños mañana?-La rubia abrió los ojos y la miró con una sonrisa en sus labios.-¿A qué hora vendrá la señora a buscarte?

Ana se sentó en la cama y se acostó sobre el estómago de Diana, quien comenzó a acariciarle el cabello y a jugar con los mechones de la más pequeña.

-No lo sé.-Dijo un poco desanimada.-Desde la última vez que vino...

-¿Después del incidente de los cigarrillos?-Indagó la pelinegra.

-Ujum, ella no volvió a buscarme.-Mordió su labio inferior.-Le he preguntado a la señora Beltrán, pero dice que no le llegaron las cartas.

-¿No le escribiste?-La rubia frunció el ceño.-Seguro que tus cartas le llegaron.

-Si es así, no las ha contestado.-Negó.-Sólo espero que mañana venga por mí, quiero verla.

La habitación estaba en silencio, la más joven disfrutaba de las caricias que le daba Diana y la relajaba y ayudaba a aliviar el sentimiento de preocupación por Verónica.

Solo quiero ser amadaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt