Hipocresía

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Caminan por el bosque mirando algunos árboles diferentes y el pasto que gracias a los animales estaba bien cortado, la pelinegra arrancaba flores, que la ayudaban a distraerse hasta que la señora comenzara la supuesta charla que debían tener, la mayor la miraba de reojo echa una  tierna cuando veia su sonrisa sl recoger una del color que aún no tenía.

—Julia es sólo una amiga.–Dijo la mayor mirando a su pequeña.

Ana se cruzó de brazos, deteniéndose para recoger flores mientras caminaba.

—Pues parecían muy amigas, al menos ella de usted.–Contestó en modo de reproche.–Señora...

—Ana, créeme cuando te digo que ahora es solo mi amiga.–Pidió, maldiciendo por ese "ahora". Rogaba que ana no hubiera escuchado.

—¿Ahora?–La miró y la confusión volvió.—¿Antes que eran?

—Bueno...–Suspiró, debería decirle la verdad.-Ella y yo solíamos ser pareja.

Ana siguió caminando en silencio pero esta vez con la mirada baja, Verónica colocó su mano suavemente sobre el hombro de la menor que dejó de caminar al sentirla pero aún así no la miró.

—Guadalupe.

—Verónica.

Se miraron a los ojos experimentando un nuevo sentimiento del que ninguno de las dos sabía el motivo sin saber lo que les estaba pasando, pero les pasaba ello y tenían que averiguarlo.

—¿Cuándo... cuándo se enamoró de ella?–Preguntó la menor, siguiendo su caminata esperando una respuesta.

A la vero no le quedo otra que seguirla.

—Tenía 19 años, volví al pueblo después de perder a mi hijo.–Contestó estando una vez en las misma línea de caminata.–Tuve que seguir dando clases de educación porque María tenía mucho trabajo en el pueblo donde vivimos.

Ana acariciaba sus manos juntas, jugando con ellas y dejando escapar pequeños suspiros, se rascaba la nuca y asentía en silencio mientras escuchaba todas las respuestas que le daba Verónica. Nervios. Muchos nervios en su sistema.

—Tan pronto como le dijo a su padre, un hombre nefasto, la obligó a casarse con uno de sus amigos a cambio de un buen lugar para vivir, seguramente lo veremos esta noche porque nunca más salió de esa casa.–Trago saliva y su pecho se sintió pesado al recordar las lágrimas de julia al casarse.

—¿Por qué la obligaron a casarse?–Ana frunció el ceño y miró a Verónica esperando una buena respuesta. -Ella la amaba a usted, estaban enamoradas, ¿por qué no se casaron?

Verónica dejó de mirar de reojo el atardecer y su mirada recayó en Ana, quien parecía estar en un debate existencial, sin saber por qué ella y Julia no pudieron quererse libremente.

Se rió con ternura y al mismo tiempo reconfortantemente encontró un poco divertido e inocente que Ana no supiera algunas cosas, y lo pensó mejor en cuanto ella menos sepa de lo oscuro que es la sociedad; mejor. Aunque tarde o temprano se enterara de la verdad.

—Ella nunca se opuso y no todos piensan que dos personas deben estar juntas, sin importar cuánto se quieran.–Explicó y luego lamió sus labios.–Yo la quise, pero no puedo decir a ciencia cierta si el sentimiento era amor.

—¿Por qué se opondrían al amor?—Preguntó sintiendo pena.

—No lo sé, anilla.–Esta vez no tenía respuesta.—Pero hay un rayo de luz siempre.

—¿Y ese rayo cuál es?–Preguntó, teniendo las esperanzas por el suelo.

—Julia logró casarse con otra mujer, encontró el amor y pudo ser libre.–Sonrió de labios cerrados. Simple y perfecta, según ana.—La gente cree que ellas son amigas, pero... es algo de lo que todavía no sé.

Solo quiero ser amadaWhere stories live. Discover now