Háblame de frente

397 51 10
                                    

La chica de cabello negro se había peinado y el labial rojo hacía más bonitos sus labios, se puso su mejor vestido y roció perfume por todo su atuendo la noche anterior, estaba ansiosa por ver por fin a la señora, también sabría qué era "Aquello" que la mujer necesitaba hablar.

Miró la hora y suspiró, ya eran las 8 y Verónica no llegaba, era extraño porque ella era muy puntual.

Decidió salir al jardín y cortó unas flores que ella misma había sembrado para regalárselas a la mujer de ojos verdes, eran de sus colores favoritos así que seguramente le gustaría cuando estuvieran juntas, volvió adentro a esperar, sentada en el banco, jugando con sus pies y arrastrando sus zapatos debajo de su vestido largo y suelto, no podía estar más impaciente.

Y pasaron las 8, las 9 y dieron las 10.

Después de esperar desde las 7 am dio la idea de que no la iba a buscar, desanimada se levantó de la banca, llevaba varias horas sentada, y eso hizo que le doliera esa acción, soltando un pequeño gemido. Con la cabeza gacha, se propuso irse, escuchar tres golpes en la puerta no la conmovió, ya había abierto esa puerta ansiosamente y solo encontró al hombre que hacía los mandados y el lechero, no podría soportar otra decepción.

—Chica, ¿no piensas abrir?—Una de las asistentes pasó junto a ella y abrió la puerta.–¿Si?

—Hola, disculpe que los moleste.—Escuchó esta voz extremadamente suave.—Vine a retirar a la señorita María Guadalupe Araújo.

El menor volteó y trató de ver de quién se trataba sin éxito, luego caminó hasta la mitad del pasillo y se acercó a la señora de la puerta.

—Soy yo.–Le dijo.

La mujer se rió.

—Y no querías abrir, niña.–negó con la cabeza.—Fuera. Sé libre.

Ambas rieron.

Al salir por la puerta vio a Alberto con los brazos extendidos y se unió a él en un cálido abrazo, el mayor extrañaba mucho a su compañera y la menor extrañaba a su mejor amigo.

—¡Anita!—Juntó las mejillas de está,  haciendo riera.—Qué bueno verte, hace tanto que no lo hago.

Mientras se repartían varios besos en las mejillas y el rostro de la chica, ella se rió de la situación de muestra de cariño.

—También te extrañé...—Respondió por dificultad.–Pero me vas a dejar sin mejillas.

Al darse cuenta de que las mejillas de la niña estaban casi rojas por el apretón, las soltó, disculpándose repetidamente mientras Ana hacía gestos de falsa tristeza.

—Ahora, niña, sube.—Abrió la puerta del carruaje.—Sé que las damas siempre deben ir primero, pero como estoy de buenas, te dejaré ir primero.

La menor subió al carruaje riendo seguida de Alberto, el viaje comenzó, se hacía muy corto ya que los dos hablaron de algunas canciones y de cómo podían ser sus presentaciones, Alberto le dijo que Rocío estaba en espera de un bebé, lo que sorprendió a la menor y oportunidad a una larga conversación pues varias cosas deberían ser explicadas.

—¿Y tú? ¿Y ustedes?–pregunto preocupada.–No pueden no estar juntos, y si en una de esas el bebé es tuyo..

—Por mucho que la quiera, tiene una juerga sentimental, creo que siempre la hemos tenido.-Sonrió de soslayo.-Cuando éramos niños teníamos la ilusión de estar juntos, ella se fue de México a España con su familia y cuando volvió aquí le faltaban días para su boda.

Ana estaba nuevamente confundida, no podía entender el amor, al parecer nunca entendería esas idas y venidas entre amantes, por lo que prefería ser fiel a una sola persona que este segura de amar.

Solo quiero ser amadaWhere stories live. Discover now