Capítulo 0 [+18]

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Poison.

Ella llegó al cuarto de Parafilia que Aaron destinó para ese encuentro y, con una ligera sonrisa, recordó las palabras del vampiro antes de salir.

—Mi padre me mataría. Tengo a la persona que más desprecia viviendo conmigo y desfilando frente a sus narices, incluso en su negocio. Esto es la verdadera adrenalina.

Tenía razón. Poison sentía la adrenalina con solo respirar el aire infestado de hormonas del lugar.

Se encontró con la respiración pesada y debió hacer un esfuerzo muy consciente para no mostrarse como una presa devorable, lo que no podía era diferenciar si esto era por el efecto del perfume de Parafilia en su sangre o si se debía a la imagen de Sama'el Jesper retorciéndose al enterarse de que la víbora que creía muerta estaba aliada con su heredero, o si era más por la aproximación del encuentro al que se encaminaba.

Tal como había hecho todos los días de su vida para inmunizarse, puso una pastilla con una aleación ínfima de veneno bajo su lengua para que al deshacerse calmara su abstinencia.

Poison vivía, literalmente, destruida por dentro. Y no hay monstruo peor que ese, el que no tiene nada que perder, ni siquiera a sí mismo.

Ella, al entrar a la habitación reservada por Aaron, lo primero que notó fue que la atracción del cuarto no era su cama, ni el aparador repleto de juguetes sexuales: era el jacuzzi iluminado con luces de neón azul, que humeaba hasta abastecer todo el lugar con esa espesa nube de vapor, que parecía hervir la piel del único hombre que hizo a Poison considerar la monogamia y el matrimonio.

Azrel Mortem Frey estaba entre las aguas que hervían, con los brazos fuertes extendidos en el borde. Su rostro mostraba signos de sentir el maltrato por el calor, pero de una manera en que parecía casi un placer. Su piel morena se notaba enrojecida por la tortura, sus músculos tensos hacían de su torso y brazos un paraíso tentador.

El griego salió del jacuzzi al notar su invitada. El agua se arrastró por su piel en una caricia lasciva mientras se levantaba. Solo estaba cubierto por un boxer negro, no dejaba mucho a la imaginación.

Se volteó un momento mientras se secaba el rostro y las manos, y eso hizo que ella pudiera notar su espalda totalmente tatuada por las enredaderas de espinos que subían hasta su cuello y clavículas. Esa espalda, cada músculo y hendidura, la forma exacta de los omóplatos y la curva que descendía hasta la liga del bóxer... Esa era la perdición de la mentirosa que juraba no tener debilidades.

Los cien dólares picaron en su sostén, anticipando la caída.

Pero ella no iba a caer. No sin arrastrarlo.

Él se acercó, su torso todavía húmedo y el paño entre sus manos. Le recordó a ella ese primer encuentro con quién decía ser su verdugo, cuando con las manos llenas de jabón y limpiándolas con un paño de cocina, le dijo:

—Perdona, estaba lavando los platos.

A Poison jamás le había parecido tan sexy un acto tan mundano.

Los ojos grises del griego parecían atravesar el material oscuro de los lentes de Poison. Parecían penetrar incluso el aceituna de sus orbes y acceder a la enorme lista de mentiras en su haber.

Fue demasiado para ella, quien ni siquiera esperó a que él dijese una palabra para clavarle un puñetazo en la mandíbula que resonó en todo el cuarto y le volteó el rostro.

Él, habiéndose mordido el labio durante el impacto, se llevó un par de dedos a este para encontrarlo roto y sangrando, así que procedió a relamerse la herida.

Nerd 3: rey del tablero [+18]Where stories live. Discover now