26: Problemática [+18]

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Sinaí

Los nervios y mis inseguridades se pueden ir tomados de la mano al coñísimo de su madre, voy a hacer esto.

Voy a arriesgarme a hacer algo por Axer que, pensando con objetividad, no es su estilo. Pero ojalá no lo desprecie. Ojalá el gesto sea suficiente.

Axer es una persona difícil de entender, creo que él mismo lucha por darle un norte claro a sus pensamientos para poder emitirlos. No se halla en los convencionalismos sociales, no puede expresarse como alguien de su generación, o de este siglo, al menos.

Parece más vampiro que Aaron.

¿Aaron está vivo, por cierto?

Focus. Aaron no importa en este momento.

No diré que tolero a mi ruso, es que sencillamente me tiene idiotizada toda esa parte de su personalidad.

Así que este cosquilleo nervioso en el estómago sin saber cómo resultará la noche mientras viajamos a toda velocidad en la lancha rumbo a la isla con el viento despeinándonos y el agua salada chispeando en nuestras caras, es parte del encanto de estar enamorada de un genio antagonista de la humanidad.

Llegamos a la villa.

Es una inmensidad privada con tremenda piscina y un gran tramo de playa cristalina de arena blanca de patio. ¿Quién me va a creer que hace menos de dos años estaba yo bañándome con un tobo de agua por las noches porque en mi barrio cerraban la llave temprano?

Cuando estamos ya por pisar la entrada me volteo a verlo mordiendo mi labio.

—Axer.

—¿Qué?

Él está distraído viendo todo el panorama con las manos en los bolsillos. Para mí, el panorama es él.

—Vas a ver a mi madre —le advierto.

Me mira fijamente, sus ojos inexpresivos.

—No lo esperaba, dado que vamos a su casa. No me hallo de la perplejidad.

—¿Estás siendo sarcástico?

—Estoy respondiendo tu pregunta.

—No me jodas, Axer, a veces eres odioso con ganas.

Arquea una ceja.

Por Ara, qué preciosidad contemplar esto bajo el custodio de una noche estrellada.

—Eso fue espontaneidad —me responde serio— si le pongo ganas me denuncias.

Y ahí acabó el encanto.

Estoy tan ocupada pidiendo paciencia al cielo que no me doy cuenta de que se acerca hasta que tengo su mano en mi cintura.

—¿Nerviosa? —inquiere con una pacífica expresión.

Sus ojos brillan de una forma extraña, su rostro está ladeado mientras me contempla.

¿Cómo puede estar tan tranquilo? A mí se me va a salir el corazón por la boca.

—No-no... No, obvio no. ¿Y tú?

—Ya. ¿Puedes repetirlo sin tartamudear esta vez?

—Deja de burlarte de mí.

—No me estoy burlando de ti, bonita. —Sus ojos me demandan, sus dedos pasan mi cabello detrás de mi oreja—. Solo disfruto de tu pulso acelerado.

No puedo con este hombre. No sobreviví a todo el viaje en lancha para desmayarme en la puerta de mi casa. Que se controle. ¿No puede dejar de ser tan hermoso solo por cinco minutos?

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