𝑂𝑐ℎ𝑜

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Lo que ha sacado en claro de esa primera semana es que el tiempo pasa muy rápido cuando estás de vacaciones. O medio de vacaciones. Sigue teniendo que madrugar, pero no tiene que rellenar papeles ni tiene que estar en reuniones aburridas. Puede ver la luz del sol en lugar de estar todo el día encerrada en un despacho y puede oír los pájaros en lugar de las páginas pasando una y otra vez y el ruido del bolígrafo contra el papel.

Empieza a pensar lo que, en un futuro, le gustaría hacer. Tener una casa en mitad del campo. O en un pueblo pequeño. Tener dos pisos y tener jardineras con flores en todas las ventanas. Le gustaría tener un pequeño despacho en el segundo piso desde el que puede trabajar todos los días y solo tener que ir al Ministerio en ocasiones realmente especiales. Le gustaría tener una pequeña cocina donde poder hacer bizcochos los domingos y poder comerlo todos los días para desayunar mientras que camina descalza por su casa con el pelo recogido en un moño imperfecto en lugar de uno perfecto. Con camisetas grandes y pantalones cortos en lugar de trajes perfectamente pensados para causar la mejor impresión.

Y adora sus trajes, adora su moño perfecto y adora sus tacones, pero también le gustaría tener una vida más sencilla, más llena de luz. A veces quiere ser solo Dawn y no la Delegada Lewis.

Por eso le está gustando tanto el Santuario de dragones. Allí es solo Dawn. Y le gusta volver a ser solo Dawn.

Pero se le acaban los días.

Charlie se ha tenido que volver a ir y Dawn ha descubierto que, en realidad, trabaja tanto en el Santuario como en el refugio de animales de Rumanía. Que pidió un traslado poco después de que rompieran y luego fue cuando apareció en mitad de la noche en el Santuario. Al menos eso es lo que le cuenta Müller, que es tan cotilla como Irina y los dos quieren saber más sobre cómo era Charlie antes y lo que le hizo ir a Rumanía.

Dawn no contesta ninguna de las veces, si Charlie no ha hablado de ella será por algo. Así que se queda callada y se encoge de hombros. Müller es de los que opina que le rompieron el corazón, Irina solo dice que se cansó de cuidar criaturas aburridas en Inglaterra y fue a Rumanía para sentir un poco de emoción. Luego está Blestem, que dice que los británicos son horribles porque le hicieron algo horrible a su prima y finge que no quiere saber nada de por qué Charlie fue a Rumanía.

Quizá son las dos o quizá no es ninguna de ellas, pero Dawn no pregunta a Charlie por qué está en Rumanía cuando vuelve del refugio.

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—La idea es volver el día uno por la tarde —les dice a sus padres cuando habla con ellos por la noche—. Quiero pasar por Bucarest antes de volver a casa.

—¿Quieres hacer turismo? —pregunta Paul y Dawn asiente.

—Estaría bien cambiar un poco, ¿no? No puedo estar siempre trabajando —sus padres sonríen y Dawn también lo hace—. Además, tengo que comprarme una nueva bola de nieve. Quizá le pido a Irina que me acompañe a comprar una.

—¿Irina quien era, cielo? —pregunta su madre y Dawn finge estar molesta.

—¡Mamá, te lo he contado ya! —bromea, pero parece que a su madre no le hace tanta gracia como a ella—. Es la hija del jefe del Santuario. Creo que va a ser ella quien se lo quede en un futuro.

—¿Tú crees? —pregunta su padre y Dawn asiente.

—Fue quien estuvo en la reunión con el Delegado Neagu porque su padre se había quemado con uno de los dragones —dice y la mirada de miedo de sus padres la hace seguir hablando—. ¡Pero no pasa nada! Fue porque Charlie no estaba cerca.

—¿Y está cerca? —pregunta su madre y parece que quiere meterse en la chimenea para ver si le ve.

—Es él quien me enseña, mamá.

Efecto Coriolis [Charlie Weasley]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora