𝑄𝑢𝑖𝑛𝑐𝑒

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Charlie estaba en Inglaterra.

Al menos es lo que le había dicho Irina cuando Dawn llegó al Santuario de dragones. Dawn quiso reírse, la verdad, porque había ido a buscarle, pero él ya no estaba allí. Y por lo visto iba a quedarse en Inglaterra el resto de las vacaciones de Navidad.

Así que Dawn volvió a Inglaterra y no dudó en enviarle una lechuza con la receta de la tarta atada en la pata. Le llegó la respuesta en forma de nota en la que había un lugar, una fecha y una hora.

Tenía que reconocer que estaba nerviosa, quizá demasiado. ¿Eso contaba como cita? ¿O no lo era? Eran amigos, ¿no? Que se acostaban. ¿Amigos con derechos? ¿En qué punto estaban? ¿De verdad quería saberlo? Ponerle una etiqueta solo complicaría las cosas, eso era algo que Dawn tenía demasiado claro. No estaba preparada para ponerle una etiqueta, al menos no todavía. Quizá en un tiempo podrían hablarlo.

Mientras tanto habían quedado en el Londres muggle, a pesar de que no era el mejor lugar para ninguno de los dos. Bristol era una ciudad que les quedaba a ambos mucho más cerca de sus casas, pero Charlie había elegido Londres, probablemente porque ambos conocían el Callejón Diagon y no sabían nada del Boulevard Slapchop, por lo que siempre era más fácil volver a un sitio que conocías que uno donde no habías estado nunca.

Por eso, dos días después de Navidad, cogió sus cosas y se metió en la chimenea para ir hasta el Callejón Diagon. Desde allí solo tendría que caminar tranquilamente hasta donde Charlie la había citado y esperar a que llegara.

O quizá era él quien esperaba.

Charlie llevaba ropa muggle completamente normal y Dawn, de repente, sintió que estaba demasiado arreglada para esa cita, a pesar de que había abierto la caja de ropa más normal. Su gabardina llamaba la atención, la blusa parecía demasiado formal, su falda desentonaba de lo perfecta que estaban y no tenía ningún sentido que se hubiera decidido por unas botas de tacón que le llegaban por encima de la rodilla.

—No era necesario que consiguieras la receta —le dice, nada más verla y Dawn no puede evitar sonreír al ver como va a abrazarla.

—Has encontrado la bola de nieve perfecta para mi colección, claro que hacía falta —responde ella y le devuelve el abrazo.

Quiere pensar que es como los de antes, pero sabe que no lo es. No se quiere apartar y parece que Charlie tampoco así que los dos siguen abrazados en mitad de la calle hasta que un señor con traje se choca con ellos, claramente adrede.

—¡No estéis en el medio, críos de mierda!—dice, viendo como ha perdido parte del café por ir mirando una cosa muggle rectangular que no deja de sonar.

—Mira por donde vas entonces —le suelta Dawn y Charlie tira de ella al ver cómo el señor trajeado está dispuesto a pelear con la chica. Y ella está dispuesta a pelear con él.

—Te está sonando la cosa esa, parece importante —le dice, intentando distraerle y parece que funciona porque el señor vuelve a mirar y entonces Charlie tira de ella con más fuerza—. ¡Corre!

Empiezan a reírse mientras salen corriendo y oyen los gritos del señor, pero le ignorar. Cruzan varias esquinas, riendo a carcajadas hasta que tienen que parar a coger aire. Se apoyan en la pared del edificio y no pueden dejar de reír cada vez que se miran. Sus manos siguen juntas y, cuando consiguen calmarse, Dawn no puede borrar la sonrisa de sus labios.

—¿Te apetece un café? —le pregunta, viendo que han acabado cerca de una cafetería y empieza a levantarse un vendaval.

—Se suponía que hoy iba a hacer buen tiempo en Londres, si no hubiera dicho de ir a Bristol.

Efecto Coriolis [Charlie Weasley]Where stories live. Discover now