𝐷𝑜𝑐𝑒

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Lo que más le sigue apeteciendo a Dawn es no salir de su habitación en semanas, pero tiene que estar en el Ministerio.

Evita a todo el mundo, es la primera en salir de su casa para no cruzarse con sus padres y la primera que llega al Ministerio. Da gracias que puede cerrar el despacho para que solo pueda entrar McAffee porque no quiere ver a nadie. Y el Delegado lo nota cuando ve que Dawn ha decidido construir un gran muro de papeles entre su escritorio y el resto.

En realidad solo garabatea en un trozo de papel, incapaz de centrarse en lo que está haciendo.

Han pasado tres semanas y parece algo irreal. Bree estaba ya vestida y lista para volver a Canadá de madrugada en un intento de no tener muchos problemas con el sueño. La vio llegar, cabizbaja y lo primero que hizo fue llamarla idiota. Luego la abrazó y Dawn se echó a llorar, a lo que Bree la abrazó con más fuerza. Se quedó con ella hasta que se quedó dormida e incluso estaba allí cuando Dawn despertó casi a las tres de la tarde.

—No sé porqué te estás haciendo tanto daño, de verdad —le dijo y Dawn no respondió.

De hecho la había estado ignorando desde entonces. Bree lo intentaba, convocando reuniones que Dawn le pasaba a McAffee para que fuera él. El anciano iba, pero siempre volvía con la misma respuesta, que Bree quería hablar con ella. Damiano también lo había intentado y Dawn había confiado en que Bree no andaría por allí, lista para intentar hablar con ella, pero se equivocaba. Así que no se movía de Inglaterra, no pensaba hacerlo, se quedaría allí, se merecía quedarse allí.

—Tienes correo —le dice McAffee tres semanas y un día después de la última vez.

Dawn quiere ser dramática, se lo permite a sí misma porque se ha vuelto a romper el corazón ella sola.

—Lo puedes dejar ahí —responde ella, sacando la mano por encima de las montañas de papeles y apunta a otra montaña que parece crecer cada vez más.

—No puedes dejar el correo sin abrir —le dice entonces el anciano y un montón de papeles caen delante de Dawn. Luego los papeles se mueven y deja de haber tanta oscuridad en su trozo de escritorio—. ¡Vas a hacer un agujero en la mesa, chiquilla!

Puede ser, lleva moviendo la pluma en el mismo punto horas así que es probable que la tinta ya haya llegado al escritorio. Levanta el trozo de papel y, como pensaba, ya tiene una mancha negra en el escritorio de madera.

—Solo es tinta, se puede limpiar —dice y coge la varita, lista para ello. Solo que el McAffee se la quita y Dawn le mira—. ¿Qué?

—A tu casa —ordena y Dawn está lista para protestar—. Y coges tu correo y este viernes te quiero en el Ministerio de Magia rumano.

—No puedo el viernes —dice automáticamente. ¿Es dramático evitar todo un país solo por poder encontrarse con él? Sí, pero a Dawn le da igual.

—Es trabajo, va primero así que el viernes vas a ir a la fiesta que ha montado Neagu y te emborrachas o lo que sea.

—¿No es trabajo? —dice Dawn, levantando una ceja, y McAffee se ríe.

—Es una fiesta, Dawn, es esperado que te emborraches. Todos lo hacemos.

—Sigue siendo trabajo —responde ella y se levanta para coger de nuevo su varita—. No me voy a ir a casa y tampoco voy a ir a la fiesta. Puedes ir tú si quieres, te voy mi invitación.

—Es una celebración por tu trabajo, Dawn, no por el mio —dice, pero Dawn ya vuelve a estar en otro papel con la pluma en la mano. Anota cosas al azar, como si estuviera leyendo de verdad y subraya trozos que le llaman la atención.

Efecto Coriolis [Charlie Weasley]Where stories live. Discover now