Capitulo 36.

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No hay nada que me duela más que verte sufrir, haré lo posible para que siempre mantengas una sonrisa en tus labios

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No hay nada que me duela más que verte sufrir, haré lo posible para que siempre mantengas una sonrisa en tus labios.

—Emine.

Christopher James.

Sus labios son tan dulces como el algodón, su lengua tiene la textura de la seda, ella huele como las malditas flores, Emine Murphy es sin duda alguna la perdición de cualquier hombre, mi perdición.

Tan locamente enamorado, ese soy yo.

La beso con fervor, como si fuera el último beso que podría compartir con ella, pero no era así, ella estaba arriesgando su corazón por mí y haría todo lo que estuviese en mis manos para protegerlo.

Sin poder evitarlo mis manos se escabullen por debajo de su camisa, mis labios se separan de los suyos dejando un camino de besos empezando por su barbilla y terminando en su cuello, el cual mordisqueo con cuidado. La boca de Emine suelta un quejido de placer que hace mi sangre arder.

Estoy a punto de cumplir la predicción del idiota de Frankie que nos incluía a Emine y a mí desnudos en su cama, cuando un golpe sordo se escucha en la puerta de la habitación de mi chica.

Mi chica, esta vez es mi chica.

Emine me empuja con sus manos en el pecho y me mira con horror, como si lo que estuviésemos haciendo estuviera mal.

La puerta nuevamente vuelve a sonar. Emine me obliga a sentarme en el sofá, sus ojos se amplían al ver el bulto en mi entrepierna, se sonroja violentamente corriendo apresurada hasta su cama en busca de, ¿una almohada?

La arroja sobre mí y señala mi entrepierna.

—Cúbrete.

Emine se arregla el cabello que, hasta ahora me doy cuenta de que está un poco despeinado. Inhala, exhala y como si hubiese cometido un delito abre la puerta temerosamente. Al otro lado puedo ver al señor Murphy mirando por encima de los hombros de su hija con ojos de Halcón.

—Cariño.

—Hola, papi, ¿qué se te ofrece?—pregunta con una voz inocentemente falsa.

—Tu madre me dijo que Chris está aquí.

Voy a levantarme del sofá, pero mi pene endurecido como una piedra me recuerda que debo mantenerlo oculto, mucho más en la presencia de mi recién estrenado suegro.

Aclarando mi garganta meneo mi mano en un saludo en el momento en que Emine se hace a un lado para que el señor Murphy me vea sentado como un ángel en el sofá de su hija.

—Es un placer verlo de nuevo, señor Murphy.

—El placer es mío, Chris—El señor Murphy se adentra a la habitación acercándose a mí, como puedo y aún sosteniendo la almohada en mi entrepierna le estrecho la mano que me extiende—. Quería agradecerte por lo que hiciste por Emine, no sé qué habría hecho si... mi pobre hija...

CHRIS | Four Chips #2Where stories live. Discover now