Día 31

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Han pasado más de dos semana desde su primer encuentro. Damian ha visitado en más de cinco ocasiones el café. En cada una de esas ocasiones ella está en el. En el mismo lugar, realizando diferentes actividades. Algunas veces leyendo, otras escuchando música y otras más simplemente desayunando mientras aprecia el jardín exterior por los ventanales. Cada una de ellas realizadas con una gracia que sólo con ella ha podido admirar.

Mantenía una llamada telefónica con Jon, su autoproclamado "mejor amigo", aunque él más bien lo consideraría como "el más tolerable" de las personas con las que llegaba a interactuar.

Aunque, muy en el fondo, sabía que su amigo tenía razón, más no le daría el gusto de hacérselo saber.

—¿Has hablado con tu padre?

—Aún no. Cada que hablamos es soportar una jaqueca de mierda al día siguiente. Pero he hablado con Alfred y Dick. Ellos me han hecho saber cómo se encuentra y...—sonrió de medio lado—aún sigue molesto.

—Wow, ya ha pasado más de un mes. Aunque papá ya me había comentado desde hace mucho sobre el carácter fuerte y orgulloso de tu padre.

—Y puede continuar molesto, no me importa. No voy a seguir con esos estúpidos ideales que tiene de mi futuro. No es lo que quiero.

—¿Sabes ya lo que piensas hacer?

—En eso estoy. Aunque por ahora apoyo a Tim con la empresa vía remota. No tengo ánimos de pisar Empresas Wayne en estos momentos. Necesito más tiempo aún.

—¿Tu padre te lo permite?

—Sí. Al final de cuentas, soy su hijo y debe pensar que es una rabieta que pasará con el tiempo. Pero no es así.

Y no lo era. Encontraría aquello que realmente lo complaciera en la vida. Aún si su padre estuviera en contra.

—¿Y... cuándo piensas volver a Gotham?

Escuchó el tintineo de la puerta de entrada, sus esmeraldas se dirigieron hacia el sitio. Sabe que es ella por la hora que es y la forma delicada que abre la puerta de la cafetería. Haciendo como si el sonido de las campanas fuera diferente al que escucha cuando ingresa algún otro cliente. Un sonido armónico que solo ella era capaz de crear por un acto tan simple. Melifluo.

—¿Damian? ¿Me escuchas?...¿Estás ahí?

La siguió observando acercarse con esa gracia que la caracterizaba al antiguo librero, con la inocencia y emoción de un niño tomando su juguete favorito, buscando con esa sonrisa el mismo libro de hace días, tomarlo entre sus manos y dirigirse a su mesa para retomar la lectura que había dejado pendiente.

—Creo que olvidaste que estabas en medio de una llamada. Espero que lo que te haya distraído al menos sea algo que valga mucho la pena.

Oh, ¡Claro que lo era! El simple hecho de observarla era un acto tan gratificante y que había comenzado a disfrutar cada vez que visitaba la cafetería. Y podría seguir disfrutandolo con gusto cada día futuro.

—No Jon, no volveré pronto.

Dió una última mirada a la amatista, antes de volver enfocar de nuevo su atención a su efusivo amigo.

—No por el momento.

Cuando buscamos la verdadera felicidad Where stories live. Discover now