Día 115

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—¿Está libre este asiento, señor? o ¿Acaso espera la compañía de alguien más? Tal vez de algún compañero ruidoso—preguntó con un toque juguetón en su voz.

—En esta ocasión no, y esperemos que así sea por más tiempo. Pero, ¿Acaso no esperará usted a su compañera de comentarios ácidos?—respondió dejando de lado su portátil. La conversación que tenía con Drake sobre la empresa no podía ser más importante que ella en ese momento.

—Al igual que usted, hoy no habrá dicha compañía—dijo Rachel antes de mirarlo por última vez y dirigir su mirada hacia el suelo, avergonzada. Mordió su labio nerviosa y con su mano colocó un mechón rebelde de su cabello detrás de su oreja antes de atreverse a decir en voz alta la petición que tenía en mente. Se sintió atrevida pero no daría marcha atrás.—Entonces...¿le molestaría que el día de hoy sea yo su compañía?

Quiero que lo seas todos los días...

Fue el único pensamiento que cruzó por su mente.

—Adelante—respondió mientras hacía a un lado su portátil y quedara el suficiente espacio libre sobre la mesa para ambos.

—Gracias. Oh, lo olvidaba.

Sólo había alcanzado a colocar su bolso en el respaldo de su silla cuando rápidamente se dirigió al librero antiguo, buscando aquél libro que ha leído los últimos días. Damian al notarlo pensó que sería un acompañamiento silencioso. Y no le molestaba, siempre y cuando estuvieran juntos.

—¡Aquí está!—tomó asiento—desde hace tiempo quiero platicar con alguien de este libro. Tienes tiempo para una pequeña/no tan pequeña conversación literaria?—preguntó con una creciente emoción. Una que su rostro y mejillas podía transmitir de la manera más tierna.

La forma en la que Damian trata de autoregularse y no sonreír como un tonto frente a ella en ese momento fue admirable.

—Me parece interesante.

El brillo del par de amatistas al obtener una respuesta positiva lo conmovió.

Los tres jóvenes empleados del establecimiento observaron todo desde el otro lado del mostrador. El silencio entre ellos se rompió al escuchar a Gar maldecir.

—Mierda. La chica cuervo de verdad lo hizo.

—Se los dije. Ocupo los 50 para el viernes. Tengo planes de comprarme unos audífonos nuevos.

—Pediré mañana horas extras al gerente. Cancelaré mi cita con Tracy—dijo un desanimado Jaime quien tomó su celular para escribir un mensaje a su novia.

Tara se encontraba orgullosa de su victoria, ha ganado la apuesta. Y, aún cuando Jaime y Gar habían sido derrotados, no podían dejar de disfrutar el agradable ambiente que se había creado en la cafetería gracias a la felicidad que irradiaban el par de aves por todo el lugar.

Se había convertido en un buen día para todos.

Cuando buscamos la verdadera felicidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora