Día 89

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Ha pasado más de una semana y Jason ha intentado en tres ocasiones mantener una conversación con Rose dentro del bar, pero cada vez que lo intenta ella tiene una forma de ignorarlo o evadirlo.

No se rendiría. Tenía motivos nobles para lograr su cometido.

Se podía observar a ambos hermanos en el balcón del departamento tomando una cerveza. No era común para Damian tomar ese tipo de bebidas, pero necesitaba algo diferente ese día. Estaba agotado mentalmente.

—¿Cómo es que terminamos en esto?—preguntó el mayor para luego dar un sorbo a su botella.

El venir a San Francisco fue idea del viejo para constatar que Damian estuviera bien, nunca estuvo en sus planes esto y menos pasó por su cabeza que conocería a alguien en el proceso.

—Porque eres un idiota—respondió el ojiverde.

No había pedido su ayuda para alguno de sus problemas, menos en el que involucraba a la amatista pero, lo comprendía en ese momento. Por más molesto e irritable que lo considerara al mayor, nunca le pasó por la mente que al involucrarse terminaría en una situación similar a la de él. Jason nunca actuaba con malas intenciones. No merecía pasar por esto.

—Pero así me quieres, enano—dijo mientras le brindaba una sonrisa y palmeaba su espalda.—No me he rendido aún. Y tú tampoco deberías hacerlo.

Eran pocas las ocasiones en las que Jason y él habían tenido conversaciones como ésta y, aunque no le gustará admitirlo, las valoraba demasiado. Jason sabía siempre el momento y las palabras exactas al hablar con él.

—Vete a la mierda, Todd—respondió con una sonrisa de lado. El alcohol comenzaba hacer efecto en él.

Continuaron bebiendo y conversando hasta pasada la medianoche.

Sí, los dos se encontraban jodidamente enamorados. Y, en el fondo, tenían la esperanza de ser correspondidos.

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