Día 111

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Las luces se encontraban apagadas. Sus cuerpos sólo eran iluminados por la tenue luz que llegaba a filtrarse por la ventana del departamento. Dos cuerpos se encontraban sobre el sofá, uno encima del otro.

Las callosas manos brindaban caricias que recorrían todos los rincones de su ser y, con cada minuto que pasaba, éstas se volvían más intensas. Sentía que cada tacto brindado por él la quemaba de la manera más exquisita. Los labios de ella dejaron de jugar en el cuello de su amante para dejar escapar un deleitable gemido al sentir cómo sus manos llegaban a sus destinos. Una apretando con fuerza su redondo trasero y la otra ubicándose en su entrepierna. Comenzaba a sentir sus dedos haciendo fricción sobre su ropa interior. Ella inclinó su cuerpo hacia atrás para brindarle a más acceso. Deseaba que la lujuria la invadiera por completo sin embargo, había algo que se lo impedía aún.

—Mañana...mañana es el día—dijo con dificultad.

—¿Acaso estás preocupada?—detuvo sus movimientos para escucharla.

—Te mentiría si te dijera que no—respondió con un tono suave.

—Es muy dulce de tu parte. Eso me encanta de ti—se acercó para tomar su rostro entre sus manos y besarla.—Ya verás que todo saldrá bien. Será cómo lo planeamos.

—Como lo planeamos...—repitió con una sonrisa, confirmando sus palabras.

—Pero ahora...—colocó sus manos en sus costados, retirando lentamente la amplia playera que se encargaba de cubrir su desnudo cuerpo. Su rostro se encontraba cerca de su pecho, olfateando cada centímetro que estaba a su alcance. Rozó sus labios contra su piel hasta llegar al lugar justo, dando paso a succionar con suavidad uno de sus puntiagudos montes rosados, retirándose solo segundos para mirarla a los ojos y volver a hablar— no pensemos en ello. Disfrutemos la noche.

—Te necesito, Jay—extasiada de nuevo por sus caricias, se separó para recostarse completamente en el sofá boca arriba, separando sus piernas frente a él.

Admiró a aquella mujer frente a sus ojos: su largo cabello platinado esparcido alrededor de su rostro sonrojado, su cautivante mirada y su cuerpo bañado en perlas de sudor. Una visión de la cuál no podía encontrar palabra alguna para describir lo magnífica que era.

—Ven aquí, cumpleañero.

Rose invitaba a Jason a perderse en ella esa noche. Y él, haría todo lo que ella le pidiera con gusto.

· ─𖥸─ ·

—¿Por qué hemos venido específicamente aquí?—dijo Damian con fastidio. No era que no le agradara el lugar, sino el pasar tiempo con Jason.

Ya era suficiente verse a diario en el departamento y, aunque estas últimas semanas su relación había mejorado mucho, tenía un límite de tolerancia por día para pasar con él.

—Porque es mi cumpleaños, y como mi hermanito debes de acompañarme en este día tan especial.

—Tu cumpleaños fue ayer, idiota, y no volviste en toda la noche.

—Tenía...asuntos pendientes.

—¿Como coger?

—En efecto, hermanito—respondió con una enorme sonrisa al recordar la noche que había pasado.—Espero algún día  también puedas gozar de dicho placer con la mujer indicada.

—Vete al carajo, Todd—respondió fingiendo molestia.

No le molestaría gozar de ello, si tan sólo fuera con ella.

Avergonzado, giró su rostro hacía su derecha, enfocándose al cristal donde nadaban aquellos coloridos peces. Todavía encontraba extraño que Jason se interesará tanto en visitar el acuario por motivo de su cumpleaños. El hubiera imaginado otra clase de lugar.

Cuando buscamos la verdadera felicidad Where stories live. Discover now