Día 130

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—Y...entonces, ¡tuvieron sexo! ¿Cómo estuvo? Cuéntame todo con lujo de detalle, sin excepciones. Jay me contó que les dejó el departamento solo para que pudieran hacerlo—gritó inquieta ante una cafetería con pocos comensales, mientras silenciaba su celular y tomaba una posición cómoda en su silla para no perderse ningún detalle de lo que pensaba que su amiga le contaría sobre aquella noche con Damian. Terra, Gar y Jaime pararon lo que realizaban en ese momento para correr detrás del mostrador y también escuchar aquella sugerente conversación que se avecinaba.—Puedes comenzar, estoy lista.

—Por Dios, Rose, ¡NO! No somos tú y Jason.

La sonrisa que segundos antes iluminaba el rostro de Rose desapareció. Dejó de moverse y se inclinó bruscamente para tomar por sorpresa entre sus manos el rostro de Rachel, comenzando a observarla detenidamente a los ojos: ella no mentía. Al soltarla, masajeó el punte de su nariz, previendo un dolor de cabeza próximo. No podía creer lo que le decía.

—Entonces, dejame recapitular: salieron por fin en plan de cita, iban a ir al cine y la lluvia se los impidió, por lo que te invitó a su departamento y tú aceptaste. Te hizo de cenar, conversaron, se conocieron, se divirtieron viendo esa horrible película y, lo más importante, te trató en todo momento cómo de verdad lo mereces y... ¿No fuiste para pasar la noche entre sus...? Quiero golpearte.

—Yo...no puedo. No puedo hacerlo. No puedo hacerle eso a ninguno de los dos—respondió Rachel sin ánimos de seguir manteniendo la conversación.

—Rachel, por favor, quiero que me escuches: Wally no está aquí. No estuvo contigo en su luna de miel, no ha estado contigo en siete meses y no sabemos siquiera si estará contigo pronto aún cuando tú si fuiste capaz de sacrificar cosas por él: tu carrera, el mudarte lejos de tu madre, tu independiencia. Rae, abré los ojos. No eres feliz y sabes que tu matrimonio no está funcionando. Viene este chico con toda la intención de brindarte más que un buen momento y te detienes por un idiota que sabrá con qué tanta mujer debe estar acostándose cada que gana una competencia nueva.

—No es tan fácil como lo haces ver, Wally-

—¡Lo sería si dejaras de pensar tanto en él y comenzarás a pensar en ti y lo que te hace feliz!

—Con un carajo, Rose. ¡Eso hago!

Sus ojos comenzaron a picar. Luchaba por contener las lágrimas.

Ella sabía lo que pasaba en su interior, lo que su corazón trataba de mantener guardado en el rincón más recondito para no lastimarse a ella, a Wally y ahora a Damian. Pero el tiempo, los detalles y la convivencia frecuente la llevaron a un punto casi sin retorno. Uno que siempre temió llegar. Uno que si pisaba sabía que la llevarían a querer estar en los brazos de aquel hombre que la había escuchado las últimas semanas y estaba a su lado disfrutando de esas sencillas conversaciones que alegraban de nuevo su vida.

Había tomado una decisión inmadura y apresurada en el pasado que trajo  consigo consecuencias nada gratas a su vida más rápido de lo que pudo imaginar y temía que la vida se burlara de ella de nuevo, volviéndolo a repetir ahora por haber encontrado aquel afecto que necesitaba su alma en alguien que no era su esposo.

¿Esto es lo que llamaban infidelidad?

—Es demasiado bueno. Es demasiado perfecto todo. Y tengo miedo. Estoy pensando en mi Rose, aunque no lo parezca—sujeto el anillo que adornaba aún su dedo con fuerza, recordándole el por qué se encontraba todavía en ese lugar— Tengo miedo que, al final, las cosas terminen como con Wally. No lo soportaría, no de nuevo, y menos con Damian.

Rose tomó las manos de su amiga, de una manera que Rachel pudo incluso sentir el cariño con el que lo hacía.

—No tienen que terminar así, pero para saberlo, debes intentarlo. Y conociéndote, primero debes de quitar esa atadura que te impide dar el próximo paso con el pedante y cretino niño rico de Gotham.

Sonrió al escuchar a su amiga llamarlo así. Si no lo conociera como lo ha hecho hasta ese día, tal vez también pensaría lo mismo que ella. Pero la realidad era que Damian era todo lo contrario.

Rose tenía razón. Nunca sabría lo que le depara el destino si no lo intentaba. No quería un hubiera en su vida. Pero para ello, debía comenzar a cortar poco a poco aquello en la vida que le impedía hacerlo.

—Lo haré, Rose. Creo que va siendo tiempo de hacerlo.

—Eso quería escuchar desde hace meses.

Rose tomó a su amiga entre sus brazos mientras esta se aferraba a ella, derramando las últimas lágrimas que Rachel se prometió serían de las últimas que derramaría por su actual situación.

· ─𖥸─ ·

Se encontraban en la sala del departamento, Rachel se había posicionado encima de él. Las manos del moreno la sujetaban de las caderas, aplicando presión de sus dedos en ella,  manteniendo el equilibrio para que no cayera. Los besos entre ambos se intensificaban con cada minuto que pasaba. Se detuvo para tomar aire, mirándola y cuestionando el actuar de ambos.

—Tal vez, aún no deberíamos...

—Ya todo terminó. No hay amarras que se interpongan entre nosotros—respondió colocando su mano izquierda, ahora desnuda, sobre su mejilla, tratando de tranquilizarlo—Así que, no veo por qué deberíamos esperar más.

—Rachel...yo...

—¿Damian? ¿Me escuchas?

—Sí, te escucho...

Sus labios dejaron escapar aquellas risas traviesas que habían comenzado a cautivarlo. Se acercó de nuevo a su rostro, encaminando sus labios a su oreja derecha, con tal seducción que le era imposible seguir conteniendo la satisfacción que su cuerpo sentía y quería liberar a través de su voz.

—Damian...

—Dime...

—Creo que ya es hora de despertar.

Sus párpados se abrieron de golpe, provocando que la luz del sol que se colaba ya por la ventana los hiciera cerrar de forma inmediata. Comenzó a tallar sus párpados, acostumbrándose a la luz y distinguiendo esa figura que reconocería fácilmente en cualquier lado y, que en ese preciso momento, comenzaba a detestar por haber interrumpido su sueño.

Sacaría rápido a Todd de la habitación para intentar dormir otros minutos más e intentar retomarlo.

—¿Qué demonios haces en mi habitación, Todd?

—Tenía rato llamándote y no respondías y por ello entre. Se ha estado tratando de comunicar Tim contigo para que lo apoyes con algo de la empresa.

—Te agradezco, ya me comunicaré con él de rato.

—Deberias de hacerlo pronto, eso fue hace horas, y ya casi es mediodía.

—¡¿Mediodía?!

—Sí, últimamente has estado descansando muy bien estos días, incluso te ves más relajado. Eso es bueno, demonio. En fin, sólo te quería avisar eso. Me voy un rato, no me esperes.

Dio la vuelta para salir de la habitación, pero se detuvo en la puerta para comentar antes de irse.

—Y, antes de comunicarte con Tim, deberías de apaciguar a tu amiguito debajo de tu sábana. Tal vez el pensar en la pajarita te ayude. Nos vemos.

La sonrisa de Jason no fue buena señal para Damian por lo que, de manera inmediata, su vista viajó a la sábana y pudo constatar, con vergüenza, a lo que se refería su hermano: había una gran "carpa" que se elevaba justamente a la altura de su entrepierna.

—Eres un imbécil, Todd.

Se dirigió al baño a darse una ducha fría, esperando así bajar su problema de tamaño.

El detalle es que no era la primera vez que despertaba así y cada vez las duchas frías eran menos efectivas.

Cuando buscamos la verdadera felicidad Where stories live. Discover now