Día 74

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—Es él. Sólo disimula por favor—trataba de controlar el volumen de su voz lo más posible. No quería pasar otra situación bochornosa cómo la de hace días.

—Por Dios, Rae, me sorprende que ahora tengas gustos tan maduros—comentó con fingida—pero, está bien. Dicen que entre más madura la fruta es más sabrosa. Sabes a lo que me refiero.

—¿De qué hablas?...

Volvió a dirigir su mirada al frente y pudo observar a un señor de mediana edad en la mesa siguiente a la que le había indicado a su amiga. Al notar como era observado por la amatista, el señor dió un coqueto guiño hacia ella.

—¡Eres una tonta!—respondió acompañado de un golpe al brazo de su acompañante— Claro que no es él. Me refería al chico en la mesa de al lado.

—Ah, con que él—cambió su tono de voz a uno aburrido—¿Ese tipo con aspecto de niño rico pedante? No, no te conviene. Oh, ¿A dónde se fue aquel cuarentón?

—¡Rose!

—¿Qué? Sólo soy sincera. He salido con los de su tipo, créeme que no querrás involucrarte con un tipo así. Terminarás lastimada.

—En ningún momento te traje aquí para que me dieras la aprobación de salir con alguien. Sabes que estoy...

—¿Amarrada? ¿Sin libertad? ¿Encerrada en cuatro paredes porque tu marido está fuera y no te dignas a salir y vivir tu vida?

—No debí traerte. Eres insoportable—estaba harta de que su amiga no perdiera ninguna oportunidad para tocar ese tema.

—Y aún así que me tienes a tu lado— le brindó una sonrisa sincera mientras tomaba su mano, acto por el cual la amatista devolvió el gesto, aligerando su cuerpo. Relajándose un poco.

—Dime qué vez en él. Lo he notado viéndome desde hace dos meses. Incluso me ha mandado un detalle con la mesera. Fue de forma anónima, pero algo me dice que fue de su parte. ¿Se nota interesado en mi?

Volteó y se quedó analizándolo sin disimulo, sin vergüenza a ello. Pudo observar cómo el moreno trataba de mantener la calma al estar en su portátil, pero solo era cuestión de segundos en que su semblante flaqueaba y sus esmeraldas se movían a gran velocidad para mirar brevemente a las chicas frente a él.

Bingo.

—No eres tonta, no hay peor ciego que el que no quiere ver. Sabes la respuesta: está embobado contigo. Simplemente, mira esa cara de tonto que tiene y cómo quiere engañarnos pensando que no nos presta atención con su mirada. Solo le faltaría babear por ti.

Tuvo una punzada en su oído; había escuchado claramente tal ofensa hacia él. Molesto y, con el ceño fruncido en evidencia, fijó su penetrante mirada directamente hacia ambas mujeres. Por el contrario, su perfecta coordinación se había visto afectada al enfocar el rostro de la amatista, lo que lo hizo no calcular la distancia entre la taza y su boca, haciendo que el café se derramara sobre su barbilla y la mesa. Un ya conocido color rojizo cubrió parte de su rostro y orejas al momento que retiraba los rastros de café de su barbilla con su muñeca y, un cordial Jaime, quién también había observado todo, se acercó a él para limpiar los restos de café de la mesa. Rose pudo presenciar y disfrutar toda la peculiar situación de inicio a fin.

—Oh, demonios. ¡Acaba de hacerlo!—expresó mientras una estruendosa carcajada cubría todo el lugar.

Si Tara, Jaime y Gar creían que el acompañante del petirrojo de hace días era ruidoso, la acompañante de la chica cuervo también lo era, por mucho más.

Rachel, quién tenia en ese momento las manos en su rostro, podía jurar que la risa de Rose podía escucharse incluso fuera del establecimiento.

—Cambié de opinión Rae—dijo mientras se secaba algunas lágrimas—tal vez es un cretino, pero uno bobo y enamorado. Definitivamente es de los de tu tipo ¿Cuándo saldrás con él?—cuestionó en tono de burla.

Pero todo tenía un límite, y este había llegado al cuervo.

—Rose, es mejor que cierres tu enorme boca de una puta vez.

Sus palabras salieron de su boca como frías dagas afiladas hacía su amiga. Rose nunca la había escuchado decir algo así en todos los años de amistad que tenían. Esto era serio.

—Carajo, de verdad estas interesada en él.

—Estoy casada, Rose. No lo olvides...

Cuando buscamos la verdadera felicidad Donde viven las historias. Descúbrelo ahora