Día 45

114 20 15
                                    

Tres empleados en turno de la cafetería mantenían sus miradas hacia a la puerta de entrada mientras descansaban en el recibidor del establecimiento. La ausencia de más clientes les permitía hacerlo. También aprovecharon para cotillear un poco. Eran las 9:46 a.m. Ya era tarde para no haber visto llegar al peculiar par.

—Ya tardaron en llegar, no vendrán.

—Claro que no vendrán hermano, es miércoles.

—Ayer tampoco lo hicieron. No creo que puedan soportar tantos días sin verse ese bobo par de pájaros enamorados.

—Nena, ni siquiera sé dirigen la palabra, ¿Cómo puedes asegurar eso?

—Intuición femenina. Además, es más que obvia la tensión que se crea entre ambos los días que coinciden.

—Coincido con Tara, ¿Alguna vez has pasado a su lado cuando están coqueteando con sus miradas? Da escalofríos.

Más de un mes han estado observando todo desde primera fila. No eran para nada discretos el esmeralda y la amatista ante los demás, aunque ellos ingenuamente pensaran que sí.

—Y...¿Quién creen que sea el primero en dar el siguiente pasó?—preguntó Jaime a sus compañeros, lo cuales guardaron silencio unos segundos en lo que pensaban en una respuesta.

—Será él. Él tiene que dar el primer paso. Después de todo, es trabajo de los chicos hacerlo—comentó sonriente y finalizando con un guiño en su ojo izquierdo y un ademán hecho por sus dedos apuntando a Tara.

—Será ella—interrumpió la joven rubia. Sus palabras dichas con total confianza—. Aunque su atractiva apariencia denote ser un pedante casanova y parece tener un carácter de los mil demonios, he podido observar que en el fondo él es un santurrón. Ella demuestra ser más madura. Les apuesto cincuenta grandes a que la pequeña chica cuervo será la que de el primer paso.

—¿Cómo que atractivo?—su sonrisa desapareció y replicó ofendido ante el comentario de su novia.

—Cincuenta es una apuesta muy alta.

—¿Acaso tienen miedo de perder, Jaime? ¿Gar?

—Bueno, no se gana dinero así de fácil todos los días.

—Yo también acepto, solo apoyaré al "santurrón" para verte perder, nena.

Tara dio un apretón de manos a Gar y Jaime para cerrar el trato. Se dirigió a tomar un trapo y un atomizador para pasar el tiempo con la limpieza de las mesas del lugar, aún cuando estas ya estuvieran limpias. Mientras lo realizaba comienzó a idear algún plan para acercar más al par de tontos y ganar la apuesta. Le encanta tener la razón, y más cuando escucha cómo las campanas de la entrada resuenan por el lugar, observando de reojo cómo la chica cuervo ingresa al lugar.

Al poco tiempo, el petirrojo ingresa al establecimiento también. Ella sonríe de lado.

—Lo sabía.

No pueden pasar tanto tiempo sin verse.

· ─𖥸─ ·

Dos días después, Tara llegó a la mesa con un habitual té, pero está vez acompañado de una pequeña y elegante bolsa de celofán verde.

—Un momento...—se dirigió rápidamente a la mesera—hubo un error. No he pedido esto.

—No, no lo hay. Esto es cortesía de uno de nuestros clientes, dirigido especialmente para usted. Provecho.

La rubia sonrió y guiñó su ojo izquierdo antes de retirarse para entregar más pedidos a otras mesas. La amatista se percató de ello y no pudo evitar sonrojarse.

El que el santurrón petirrojo mandara de manera anónima este pequeño detalle para la chica cuervo la hacía tener un paso más adelante para ganar la apuesta. Con un detalle así sabía que en poco tiempo ella se acercaría a él para brindarle su agradecimiento y comenzaría a surgir todo.

En la mesa, aún confundida y con un acelerado corazón, se encontraba la amatista queriendo descubrir el contenido de dicha cortesía. Con suma delicadeza tomó el envoltorio entre sus manos, el cuál se encontraba atado por un fino listón dorado. Comenzó a tirar de el lentamente hasta abrirlo.

—Galletas...

No hubo pensamiento de precaución en su mente que le dijera que no debía probarlas. No sintió algún acto malicioso ante el presente, sino todo lo contrario. Su mano tembló al intentar tomar un pedazo de una de ellas. Un sabor casero y nostálgico invadió sus papilas al probarla, haciéndola sonreír por el delicioso sabor que ahora se encuentra en su boca. No son las galletas que suelen vender aquí. Elevó su mirada buscando al que creyó ser el responsable. Lo observó escribiendo en su portátil, trabajando probablemente. No quitó su mirada de él aún si su subconsciente le dice que debía parar. Comenzó a ver su incomodidad.

¿Sabía que lo estaba observando?

Y pudo notar por breves segundos cómo sus esmeraldas se elevaron y la observaron, confirmando algo: que el presente había llegado a su objetivo. Verificando rápidamente, volvió a su trabajo con una suave y casi imperceptible sonrisa en sus labios que, segundos después, trató de ocultar inútilmente bajo su mano izquierda.

Su rostro ardía y su pálida piel se tiñó de nuevo. No sabía qué hacer al respecto. Sólo pudo abrir ligeramente sus labios y dejar escapar en forma de un susurro una única palabra.

—Gracias.

Él trató de distraerse en su trabajo, evitando de que sus emociones no estallaran. Ella había recibido su detalle y muestra de ello las diminutas migajas de sus rosados labios de corazón. Colocó su mano en su boca mientras dejó salir en un suspiro el único pensamiento que lo invadió en ese momento.

—Tierna...

Cuando buscamos la verdadera felicidad Where stories live. Discover now