IV🔸Ser Dara

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Llevaban solo medio día de viaje y Ámbar se negaba a demostrar que estaba agotada. Sus piernas dolían y sus pies tenían ampollas, pues las zapatillas de elfos no eran lo más cómodo para viajar a través del espeso bosque. Su vestido rosado con detalles dorados en el escote y la parte inferior, ya estaba rasgado por las ramas de los árboles. Tenía sed, hambre, y le dolían las marcas que estaba produciendo la soga atada a sus manos. Mientras, el resto de los soldados sigue la fila, el líder se desvía llevando a la chica consigo. Se detiene junto a un arrollo y la libera. Ella lo mira aún con curiosidad de saber quien se esconde tras ese casco tan cerrado.

Sin más espera, corre a la orilla del arrollo, bebe agua con sus manos y moja la piel de su cuello para refrescarse, a sus espaldas, Garath se despoja de su casco, manta, camisa y botas, quita un poco de peso a su corcel mientras observa atento los movimientos de Ámbar, recorre con su vista cada movimiento de sus manos.

<<Ha cambiado>> mucho piensa Ya no es una niña

Ella se da la vuelta y se le queda mirando atentamente. Su torso totalmente definido junto a sus brazos, cicatrices de lucha, una barba no tan larga y el cabello castaño oscuro que caía por su cuello hasta sus hombros. Un rostro hermoso con facciones definidas, cargando unos ojos de mirada oscura y penetrante. No era un elfo pero era muy atractivo, salvajemente atractivo. Un neandertal con carácter duro.

Se puso algo nerviosa ante su mirada y regresó su vista al lago sintiendo el calor en sus mejillas por haberlo mirado descaradamente.

— ¿Qué edad tienes pelirroja? —pregunta él

— 20 dentro de unos días —habla sin mirarlo— Pero no necesita saber nada de mí hasta saber cuál será mi posición en su tribu —lo irritaba su intelectualidad y la forma en la que hablaba con una creída inteligencia

— Serás una Dara —ella frunce el ceño y lo mira esta vez a los ojos negros que él tenía— Son las encargadas del aseo, esclavas vendidas y compradas para satisfacer las necesidades de sus amos —palideció ante tal explicación

— ¿Qué tipo de necesidades? —pregunta nerviosa

— Todas —la mira con seriedad— Pero descuida, estoy seguro que nadie con buen gusto querría tener sexo contigo —ella abre los ojos y lo mira indignada

<<¿Sexo?¿Acaso se refiere al acto que mencionan los libros de anatomía humana de la sección prohibida?>> se pregunta la curiosa e inexperta Ámbar, el sonríe mentalmente

— Preferiría morir virgen a estar con alguno de sus cavernícolas —le da la espalda y él piensa que es una respuesta digna de una chica como ella, guardando su lado salvaje y conflictivo tras una fachada de buena chica.

Garath se refresca en el lago y deja que su torso mojado se seque al aire libre, regresan caminando y de vez en cuando la curiosidad la lleva a mirar las gotas de agua deslizarse por el cuerpo de su gran acompañante.
Ámbar pensó que tras su desagradable cruce de palabras, él le tendría algo de compasión. Pues tras dos días de caminata, con poco alimento en su estómago y deshidratada, se desmayó.

Despertó sintiéndose desorientada, con los labios un poco secos y una tela gruesa envolver su cuerpo. Era piel, suave y la mantenía caliente. Pero necesitaba saber dónde estaba. Se levantó notando que llevaba un nuevo vestido, no era tan hermoso como el de las elfas pero estaba bien.Las paredes eran un poco rústicas, como el interior de un castillo medieval. Atravesó las puertas algo pesadas y miro los pasillos bien decorados. Era algo cálido, siguió caminando y al llegar hasta un balcón y ver la llamada tribu, se dió cuenta que efectivamente estaba en un castillo, pero la tribu no era tan rústica como imaginaba. Era un pueblo como otro cualquiera, y se podría decir que casi tan hermoso como su hogar, pues aquellas contrucciones no eran tan rústicas como el castillo.

Ámbar {La maldición del guerrero híbrido} 🔹EDICIÓN Y CORRECCIÓN🔹Where stories live. Discover now