Ámbar {La maldición del guerrero híbrido} 🔹EDICIÓN Y CORRECCIÓN🔹

XV🔸El ritual II

La luna llena emanaba una luz de tono rojizo, era un fenómeno conocido como la luna de sangre, que ocurre mes tras mes en el nuevo mundo y que, ciertas criaturas la veneran y utilizan estos momentos para sus propios fines. Ámbar estaba asustada, pero hasta el último minuto seguiría luchando por salvarse, así que iba golpeando continuamente la espalda del salvaje que lentamente iba recuperando su figura humana.

Garath estaba agotado de tantas pataletas y golpes sin sentido que recibía por parte de la humana y que no le causaban ni siquiera cosquillas. Caminó dirigiéndose a su propia habitación y al entrar con rapidez lanzó la puerta creando un estruendo y sin más que decir lanzó a Ámbar a la cama escuchando sus quejas y viéndola retroceder hasta la cabecera de la cama. El respiraba muy seguido y desde las sombras, la chica podía observar su torso descubierto y brilloso por el sudor, subir y bajar sin calma, la luz de la luna que entraba por las ventanas era la única iluminación en toda la habitación oscura y decorada con gustos fríos.

- ¡Si toca uno solo de mis cabellos... -un gruñido interrumpió la amenaza de la asustada chica

Desde esas sombras el hombre salió o pasos lentos y con la mirada en aquellos ojos marrones oscurecidos por el temor y brillosos por las lágrimas acumuladas. Garath fue caminando lentamente con sus manos y pies sobre la cama, como si de un verdadero lobo se tratase y se detuvo de rodillas frente al frágil cuerpo de la pelirroja. Sus manos se veía grandes, aún así la tomó por un brazovon su mano derecha y con la otra en su espalda la arrojó a su pecho y estrechó el agarre. La cabeza de la chica que también estaba ahora de rodillas ni siquiera alcanzaba el mentón del salvaje.

Tenía los ojos más abiertos que un búho, y se petrificó al ver que solo era algo tan simple como un abrazo.

<<¿Qué es lo que trata de hacer?, ¿Por qué me está sosteniendo así?>> resonaban esas preguntas en su cabeza

- No te haré daño -el susurro ronco del hombre se escuchó- No podría aunque quiciera -confesó y se fue apartando lentamente hasta quedar sentado en el borde de la cama con las manos en su cabeza.

Repentinamente se levantó y miró a la chica, quitó las pieles de sobre cama y observando las sábanas blancas, con una de sus propia garras que aún estaban fuera de hizo un corte en la muñeca dejando caer unas pocas gotas de sangre.

Entonces ella supo que la estaba protegiendo, de alguna manera no iba a profanar su cuerpo pero los demás debían pensar que sí. Lo vió alejarse en dirección a la puerta y un sentimiento de angustia la invadió. ¿Y si salía ahí fuera y pasaba la noche con alguien? ¿Si lo veía alguien más haciendo algo como eso sospecharian? ¿O simplemente no quería que se fuera?

- Espere... -las palabras salieron solas de su boca y Garath se detuvo, ella bajó de la cama y se acercó lentamente al gigante cuerpo de espaldas a ella con las manos extendidas hasta la cerradura- No...se valla, por favor -susurró con vergüenza

El hombre se giró y miró aquel frágil cuerpo que le provocaba tantas ganas y curiosidad, miró los labios de la humana pensando en que podría, tal vez haber alguna posibilidad de probarlos. Era un misterio para el todo lo relacionado con ella y quería ver más que delicada piel y un hermoso cabello. Respiró profundo y cerró los ojos un momento para volver a recuperar la compostura. No le haría daño, no a menos que ella quisiera.

- Deberías tener miedo de mí y no de estar sola -le respondió Garath

- A veces solo temo lo que pueda llegar a ser capaz de hacer -docilmente toma asiento en el borde de la cama y sus pies se quedan colgando unos centímetros del suelo

- En verdad no te entiendo, me tienes miedo y a la vez deseas que te toque porque lo se -la mira fijamente
- Tu cuerpo pide más que solo tenerme cerca, no me quieres aquí pero en el fondo no quieres que me valla -se acerca a ella y se detiene en frente logrando acelerar su respiración