VIII🔸El trato

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Al escuchar sus palabras Ámbar dejó salir el aire de sus pulmones y abrió sus ojos, solo para notar aquellas iris color amarillo penetrar sus ojos, como si quiciera corromper y destruir cada parte de ella. Por eso lo odiaba, porque se comportaba como un maldito insensible, cruel y despiadado. El apoyó sus manos a cada lado del cuerpo de la chica contra la pared trasera de la tina, la observó de arriba a abajo y la vió temblar de miedo.

Le gustó, sobre todo la manera en que ella luchaba consigo misma para no dejar que su vista viajara a lugares indebidos de su cuerpo. El si quería por alguna razón que lo viera, que admirara por primera vez el musculoso y viril cuerpo de un can, que lo comiera con la vista.

<<¿Por qué no lo hacía?, todas caían rendida y si no era así el las hacía caer. ¿Por qué ella no? >>se atormento con esas preguntas <<Es como si fuera más que ingenua e inocente, teniendo esos ojos salvajes y actitud atrevida>>

— ¿Acaso querías bañarte conmigo? —preguntó él muy convencido de que ella se iba a escandalizar

— Eso... es... lo que usted quiciera, pero ya tiene muchas que quieren eso y le aseguro que no estoy en su lista, ¿O es que esas muchas solo le temen? —el respiró profundo sin quitar la mirada de sus ojos

— Te aseguro que les gusta todo lo que hago —comienza a relajarse y sus ojos retoman su color negro, lo que sorprende a Ámbar pero se mantiene callada

— Menos cuando solo pretende ser un monstruo para defender a su supuesta tribu o... reino —provoca

— Nunca he renagado de quién soy ni de lo que soy, soy fuerte y perfectamente invencible, capaz de demoler en mil pedazos ese adorado reino tuyo si sigues exasperándome —la mira con frialdad

— Sus amenazas me suenan a un hombre sin palabra —juega con la paciencia del hombre sin medir las consecuencias

— Contigo todo tiene que ser por la jodida fuerza, humana, ¿Por qué no te sometes a tu nueva vida y listo? —levanta la voz

— Porque no dejaré que alguien como usted arruine mis sueños, me importa muy poco si quiere más poder, si tiene a todas las mujeres que desea o no es lo suficientemente hombre para aceptar que es un malhumorado —sus palabras la logran poner contra la pared con una de las manos de Garath apretando su cuello mientras su cuerpo esprime el suyo tan diminuto y sus ojos vuelven a tornarse amarillos

— Si no has aprendido modales en tu maldita vida, ya te los mostraré yo, y la primera regla será que no abras esa boquita para decir palabras ofensivas, humana. Porque la próxima vez no estaré apretando tu cuello... —ella se retuerce y trata de golpearlo por falta de aire— ... acabaré rompiéndolo la suelta y ella cae en el agua considerablemente acumulada en la tina, justo a los pies del imponente hombre

Sale rápidamente de allí con las manos en su cuello, completamente segura de que le ha dejado unas cuantas marcas. Entra a su alcoba y cierra la puerta con fuerza. Comienza a maldecir y a llorar mientras patea y golpea todo lo que se encuentra.

— ¡Te odiooo! —grita como si alguien pudiera escucharla, pero no es así. Junto a ella no se encuentra nadie a excepción del hermoso lobo que la observa con curiosidad. Ella lo mira y por alguna razón sabe que no se siente amanezada por semejante animal Tu dueño es un patán le dice y sonríe al ver que el animal ladea la cabeza como si quiciera entenderla Necesito aire fresco antes de que enloquezca pasa sus manos por su rostro y cabello con obstinación.

El lobo camina hasta la puerta y comienza a rasguñarle de manera inquietante.

— ¿Quieres irte? —le pregunta Ámbar y abre la puerta

Ámbar {La maldición del guerrero híbrido} 🔹EDICIÓN Y CORRECCIÓN🔹Where stories live. Discover now