XVII🔸 Un grito desesperado

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𝕳𝖔𝖗𝖆𝖘 𝕬𝖓𝖙𝖊𝖘

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𝕳𝖔𝖗𝖆𝖘 𝕬𝖓𝖙𝖊𝖘

EL príncipe elfo yacía pegado a la pared atado de manos, en lo más profundo, oscuro e inhumano que existía en me castillo. Durante el reinado de Ragnarth I, abuelo paterno de Garath y sus hermanos, se habían mandado a crear dichos calabozos rústicos. Con paredes hechas de las rocas más fuertes que habían en todo el reino y donde no llegara la luz lunar. Pues, a penas los habitantes comenzaban a controlar la maldición de la transformación. Mientras Garath se culpaba por ello, desconocía el verdadero motivo de este lugar e ignoraba que su mordida solo había denotado la transformación de la generación del próximo siglo. El anterior, había sido denotado por su padre y durante esos 100 años, los hombres y mujeres nacidos en el reino, eran alcanzados por esta maldición. Algunos completaban la transformación, otros preferían ser parte de la civilización que aprendía a no transformarse. Y los renegados que burlaban las leyes, eran llevados a esas mazmorras, encerrados y torturados hasta que aprendiesen a controlar sus instintos más bajos.

Antes del padre de Garath, el rey Ragnarth I disfrutaba del sadismo y de hacer sus propias investigaciones. Estaba convencido de que podía encontrar una cura o un método razonable que diera fin a la maldición que él mismo había iniciado al enamorarse de la mujer equivocada. Había tantos secretos en la historia de Caster que Magnus, el astuto chamán, se esforzaba por ocultar. Era deber de los chamanes utilizar sus dones mágicos y místicos para proteger a su rey y al reino. Ocultar la historia también era parte de ello.

Al paso de los años, tales mazmorras solo eran usadas para retención y métodos de torturas diferentes al simple hecho de encerrar a alguien en una celda apestosa durante años.
Félix no tenía miedo, de hecho, su encuentro con Garath había sido bastante parejo a su opinión. Le había dado pelea hasta que llegaron sus guardias y lo noquearon. Se había despertado hacía un par de horas y se sentía angustiado. No por estar encerrado, sino por la incertidumbre de no saber qué había pasado con la pelirroja que tanto amaba. Tenía la esperanza de que sus planes funcionaras hubiera podido rescatarla y llevarla con él, lejos de las garras del salvaje.

Absorto en sus pensamientos, oyó voces que se acercaban. Visualizó a un hombre de cabello blanco y sonrisa malvada que trataba de adelantarse siempre al líder. Las intenciones de Alkímes eran desconocidas, pues hasta ese momento, la entidad que se había apoderado de su cuerpo hacía un gran trabajo actuando como el verdadero. Aunque ahí, frente al príncipe de los elfos no necesitaba ocultar sus verdaderas intenciones

- Buen día majestad –ironizó Alkímes con tono burlesco acompañado de una risita mientras captaba la mirada de repugnancia que le lanzaba el príncipe

- ¿Quién demonios es usted? –preguntó el elfo que no podía evitar ser respetuoso hasta estando atado y en esas deplorables condiciones

- Alguien que no debería estar aquí –se paseaba frente a él- Pero planeo ayudarlo, quiero negociar –sonrió más al mirarlo

Ámbar {La maldición del guerrero híbrido} 🔹EDICIÓN Y CORRECCIÓN🔹Where stories live. Discover now