Capítulo 13

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Olivia le pidió a Cece que bajara la voz por enésima vez, arrepentida de haberle contado lo ocurrido la noche anterior

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Olivia le pidió a Cece que bajara la voz por enésima vez, arrepentida de haberle contado lo ocurrido la noche anterior. Necesitaba hablar con alguien y así no seguir dándole vueltas al asunto en su cabeza una y otra vez, pero no había contado con que Cece terminaría por enroscar todo más que ella misma.

—¿Y te llevó de regreso a casa después de que la fiesta terminara?

Liv asintió, agradeciendo que ya hubiesen llegado a esa parte. Con tantas interrupciones, la conversación se estaba volviendo eterna.

—¿Y te besó de nuevo?

—No, Cece. No.

La rubia soltó un suspiro, decepcionada.

—¿Por qué no?

—Porque seguramente estaba siendo racional. No podemos permitirnos complicar nuestra relación, Cece. Ya demasiado tenemos con Marcus y Emilie, no hay nada allí que pueda salir bien.

—Marcus y Emilie —repitió—. Son dos nombres que nunca habría puesto en la misma oración. Aunque si lo pensamos bien, Marcus tiene todo en su poder para conseguir que la bruja tenga su merecido.

—No estás siendo de ayuda Cece, es tu deber de mejor amiga estar de mi lado, y en este caso, significa que tienes que coincidir conmigo en que esto es una locura, no tiene ni pies ni cabeza.

—Siempre estoy de tu lado —repitió la joven y la besó en la mejilla—, pero necesitas buscarle el lado divertido a las cosas. Esto será justicia poética.

Liv negó con la cabeza.

—No podemos desearle mal a nadie, ni mucho menos divertirnos con la desgracia ajena.

—¿Por qué no? Ellos lo hicieron con la tuya —respondió Cece encogiendo un hombro.

—Porque entonces yo sería tan mala como ellos.

Cece se rindió y sacudió la cabeza escuchando el sonido de la campanilla de la puerta del local. Abrazó a Liv por detrás, cubriéndole ambos brazos y haciendo que se tambaleara hasta estar a punto de derramarse un recipiente lleno de crema de chocolate.

Salió de la cocina con una enorme sonrisa para recibir al recién llegado, pero esta se deformó al ver que no era un cliente regular.

—¿Qué rayos estás haciendo aquí? —preguntó sin ninguna delicadeza.

—No he venido a verte a ti, obviamente —respondió Fredric con sequedad—. Quiero hablar con Olivia.

—Está ocupada, no puede verte ahora. Y la verdad, no creo que quiera hacerlo tampoco —se complació en decir. Quizá Liv no disfrutara torturando a todos aquellos idiotas, pero ella no tenía el mismo problema.

—Esto no es de tu incumbencia, Cecilia. ¿Dónde está?

—Tal vez en la cama de tu hermano, quién sabe —replicó sonriendo con malicia.

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