Capítulo 15

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James se obligó a romper con el beso antes de no ser capaz de controlarse

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James se obligó a romper con el beso antes de no ser capaz de controlarse. Podría seguir besándola todo el día, pero llegaría el momento en que eso no sería suficiente y no quería asustarla y dar un paso atrás en todo su progreso en cuanto a la relación que estaba comenzando.

Le sonrió cuando ella abrió los ojos, el color de sus mejillas sonrosadas se había acentuado más y eso le fascinaba. Estaba loco por esa mujer.

—Me gustas mucho, Olivia —confesó acariciando su mejilla y corriendo un mechón de cabello hacia atrás.

Pero lejos de lo que él esperaba, Liv hizo una mueca de contrariedad.

—No digas esas cosas, James...

El beso nunca debía de haber terminado, pensó Liv con pesar. Mientras se besaban podía olvidarse del resto del mundo y de los problemas que los rodeaban.

—Necesito tomar un poco de aire —musitó y abrió la puerta del coche sin esperar respuesta por parte de él.

El frío en el exterior era cortante y se estremeció dándose cuenta de que si no fuese por la chaqueta de James, estaría de vuelta en la cama al día siguiente.

—No voy a disculparme de nuevo, Olivia —expresó James apareciendo junto a ella y posó las manos sobre sus brazos, inclinándose para que sus ojos quedasen a la misma altura—. No me arrepiento de decir la verdad. Dime a qué le temes, Liv.

Sin saber qué responder, o en realidad, sin querer reconocerlo en voz alta, desvió la vista y la clavó en el primer cerezo a su derecha.

—Liv —insistió James.

—No podemos hacer esto, James. Tenemos un plan, un objetivo, no podemos arruinarlo, hay mucho en juego.

—Nada tiene que arruinarse, no hay motivo.

Ella negó con la cabeza y suspiró.

—No podemos correr el riesgo a terminar como el resto. Si somos amigos... —musitó—. Si somos amigos, nada puede salir mal.

Él la miró lleno de incredulidad por unos segundos antes de reaccionar.

—Amigos —repitió con la voz ronca—. Los amigos no hacen lo que acabamos de hacer dentro del coche, Olivia.

—En el coche no estaba pensando con claridad —retrucó ella, terca.

James alzó las cejas y se cruzó de brazos.

—¿Y ahora? —preguntó, desafiante—. ¿Estás pensando bien ahora?

—Sí —aseguró con toda confianza.

—Muy bien —contestó asintiendo al mismo tiempo que la tomaba por la cintura y la hacía retroceder un paso hasta que su espada quedó pegada contra la puerta del coche y su pecho pegado al suyo.

La miró fijamente por un par de segundos en los que ella no mostró ningún tipo de reacción. Le dio para pensar y tratar de detener lo que los dos sabían que estaba a punto de hacer.

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