Capítulo 30

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Emilie estaba terminando de arreglarse para salir del hospital luego de que el médico le entregara el alta, cuando oyó que alguien golpeaba la puerta

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Emilie estaba terminando de arreglarse para salir del hospital luego de que el médico le entregara el alta, cuando oyó que alguien golpeaba la puerta.

Creyendo que se trataba de algún miembro de su familia que iba a recogerla, le dio permiso para entrar sin comprobar quién era previamente.

La puerta se abrió y se cerró despacio antes de que la voz del recién llegado la dejara de piedra.

—Hola —oyó decir.

Le temblaron las manos y se le detuvo el corazón al reconocer a Marcus. Fue incapaz de reaccionar en una primera instancia, pero terminó juntando fuerzas para volverse hacia él.

—¿Qué haces aquí? —preguntó sin más.

Intentó no mirarlo a los ojos por más de un segundo con la tonta ilusión de que si no lo hacía, no dolería tanto tenerlo enfrente. Pero no tuvo éxito, el solo hecho de tenerlo a un par de pasos de distancia hacía que su corazón se retorciera provocándole un dolor intenso que le llenaba el pecho.

—¿Cómo estás, Emilie? —inquirió él a modo de respuesta e inclinó la cabeza hacia un costado como si quisiera encontrarse con su mirada, algo que ella rechazó por completo.

Para que fuera más fácil, tomó el cepilló que tenía sobre la cama y empezó a peinarse de nuevo.

—Como nueva —replicó—. ¿Hay algún motivo por el que estás aquí, Marcus? No tengo tiempo para conversar, me han dado el alta y estoy ansiosa por marcharme.

—¿De verdad? Qué buena noticia, Em —expresó Marcus sonriendo—. ¿Quieres que te lleve a casa? He venido en mi coche, podemos hablar en el camino.

La rubia inhaló profundamente y soltó el aire despacio antes de contestar. Le habría gustado que su presencia le molestara como pretendía fingir, pero al contrario, aunque dolía, le gustaba tenerlo cerca.

—No, ya están viniendo a recogerme. Si vas a decir algo, dilo ahora y vete lo antes posible. Lo último que necesitamos es que mi madre te encuentre aquí, demasiados disgustos ha tenido estos días.

Marcus se quedó callado por un rato y se dedicó a contemplarla haciéndola sentir que un millón de mariposas revoloteaban en su estómago.

—Hablé con Ruby sobre el video —pronunció y Em dejó caer el brazo con el que cepillaba su cabello hacia un costado—. Se deshará de él, no tienes que preocuparte.

—Estás hablando en futuro lo que quiere decir que no viste como lo borraba —apuntó con la voz vacilante—. Si todavía lo tiene en su poder, no tengas dudas de que lo utilizará cuando tenga ganas.

Él dio un paso hacia adelante mientras negaba con la cabeza.

—No, no lo hará. No le conviene, confía en mí, Em. No tienes que preocuparte por nada.

Ella soltó una risa burlona.

—¿Confiar en ti? ¿No preocuparme? No pidas cosas imposibles —masculló y terminó de guardar el resto de sus cosas en su pequeño bolso y se lo colgó en un brazo.

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