Capítulo 42

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 Emilie, que había salido en su coche por un camino alternativo a la entrada principal, frenó de golpe al ver que, en la intersección con esta, un auto venía a toda velocidad sin intenciones de mermar la marcha

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 Emilie, que había salido en su coche por un camino alternativo a la entrada principal, frenó de golpe al ver que, en la intersección con esta, un auto venía a toda velocidad sin intenciones de mermar la marcha.

Cuando pasó frente a ella, pudo reconocer el vehículo de Marcus y también ver quienes iban dentro: él en el asiento del acompañante y Ruby al volante, lo que explicaba esa forma tan irresponsable de conducir. Marcus era cuidadoso y prudente con su coche, jamás andaría así por ese camino irregular y lleno de tierra levantando polvo a su paso.

Más enojada con Ruby que antes, dejó pasar varios autos más antes de doblar y seguir conduciendo en dirección al centro del pueblo.

Estaba cerca de llegar al final del camino de los campos de cerezas, donde este terminaba en el cruce de la carretera que los unía con la ciudad, cuando luego del sonido de ruedas arrastrándose en el asfalto, se oyó un estruendo que le erizó la piel.

Los autos que tenía delante se detuvieron de manera repentina obligándola a hacer lo mismo. Por el susto, el corazón empezó a latirle más rápido y se quedó muy quieta viendo que el resto de los ocupantes de los coches empezaban a bajarse y a correr hacia adelante.

Una idea espantosa se le cruzó por la mente, pero la descartó por completo.

No le quedó más opción que bajarse también y ver qué había pasado y porqué no podían avanzar.

No era cómodo caminar allí con sus zapatos de tacón fino y el vestido largo, que indefectiblemente iba a ensuciarse, pero despacio y sin terminar de comprender qué estaba ocurriendo, logró llegar al cruce con la carretera.

Miró a sus alrededores y en medio del tumulto de gente, pudo visualizar el camión detenido en el medio de la ruta y más allá, un auto negro con las ruedas hacia arriba.

En un instante el corazón se le detuvo y empezaron a zumbarle los oídos al reconocer el coche. En los primeros segundos se quedó helada y sus miembros no le respondieron cuando quiso moverse.

No supo cuánto tiempo pasó hasta que logró dar el primer paso, pero una vez que lo consiguió, corrió sin prestar atención a nada más.

Llegó hasta el auto y empujó a varios curiosos para dirigirse directamente hacia el asiento del acompañante.

Había dos hombres intentando abrir la puerta de ese lado y un tercero la detuvo cuando quiso meterse en medio.

—¡No, suéltame! ¡Marcus! —gritó fuera de sí intentando zafarse.

—Tranquila, señorita Johnson —dijo quien la sostenía, a quien ella ni siquiera miró para reconocer.

No le importaba, estaba temblando, aterrada.

—Marcus —repitió sintiendo que no podía respirar—. Tengo que...

Las dos personas que estaban luchando contra la puerta del auto lograron abrirla y en menos de un minuto sacaron a Marcus murmurando algo sobre el cinturón de seguridad.

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