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El alfa se desplomó, por lo último dicho. Su corazón no había latido tan fuerte, como en ese instante. Y al parecer siguió muy avergonzado hasta el día siguiente.
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Al despertar, Vachirawit al principio pensó que quizás estaba soñando, al ver el hermoso rostro del omega en su pecho, pero cuando este se removió encima de él, recordó todas las palabras que le había dicho y no pudo evitar soltar un chillido de profunda vergüenza.
—¿Vas a mirarme ahora?—preguntó.
—N-No...—respondió con su rostro enterrado en la almohada, en sus pensamientos solo estaba el árbol y el besando su abdomen.
—Pronto será hora de irnos, debes ir a cambiarte, ¿o vas a quedarte aquí solo?
—N-No...
—Vamos Bright, solo fue un pequeño halago, sin embargo, estás rojo hasta el cuello desde la madrugada, levántate.—habló dulcemente en su oído, tratando de que este se moviese. Sin duda el alfa estaba cohibido por todo lo sucedido, aunque también feliz por haber expresado todo lo que quería decirle hace tiempo. Cuanto lo quería, cuánto lo deseaba al igual que él.
Y después de tanta insistencia, este se volteó.
Con las mejillas sonrojadas, miró fijamente al omega quien se encontraba recostado, al lado de él, solo cubierto con la manta.
—¿N-No t-tienes frío?
—Todo el amor que derramamos se quedó impregnado.—respondió refiriéndose al calor.
—U-Uh..y-yo..
—¿Sabes? Nunca pensé que tu quisieras tener hijos conmigo.
—Y-Yo..e-esto..
—Pero si lo pienso bien, no sería tan mala idea.
—¿T-Tú crees e-e-eso?
—Sí, después de todo soy tu omega, y espero que en algún futuro también sea de tu propiedad, que no sean sólo palabras.
