18. Llanto.

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Hi~ Hoy estoy menos muerta que ayer que literalmente me fui a un nockout, así que ando más despierta en las notitas. Bueno, como se los comente antes, el sexo es un tema que aparece de manera reiterada a lo largo del resto del fic sea de parte de Eiji (más al inicio) como de Ash (más al final) y es un proceso bastante poco disney en ese sentido, las conversaciones se hacen duras, los intentos aún más, al principio es un poco incomodo y desesperante. Así que sino se sienten en comodidad con este tema la pasaran bastante mal en este arco, por eso se los advierto. Los sintomas de PTSD (o cualquier otro transtorno en realidad) no son voluntarios ni deseables, nadie piensa: oh, muero por tener una reexperimentación o disociarme. No man, solo pasan. Por eso se tocan de manera tan extensiva y profunda en esta patita del fic. Quedan advertidos, sin más que decir. 

¡Espero que les guste!

—Tengo un problema contigo, Eiji

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—Tengo un problema contigo, Eiji.

Las palmas del nombrado navegan hacia el pecho de su amante, las usa para recorrer desde su cuello hasta la curva que se forja entre su cintura y costillas, le encanta aquel lugar, no por sus abdominales (que es un misterio cómo ha logrado mantener si apenas levanta el trasero del sillón para frenar su extensiva lectura) sino por la cicatriz que Lao le dejó. Una puñalada. Lao lo apuñaló pero en lugar de preocuparse por salvar su vida quiso salvar su carta e incluso fue a la biblioteca para terminarla, Eiji tiene ambivalencias con respecto a la situación, se lo imagina perfectamente en paz, contemplando el mural del techo mientras se desangra y sonríe con su último instante de lucidez y Eiji se cuestiona el porqué de esa sonrisa. ¿Fue una sonrisa por finalmente haber encontrado paz? ¿O fue agridulce? ¿Una sonrisa de «Eiji, perdóname por no poder estar a tu lado»?

Escuchó que ni siquiera tuvo energía para pedir ayuda, que estaba tan cansado que los párpados le pesaban y más adelante le contaría que se sintió como si los fantasmas finalmente hubiesen venido para reclamar venganza. Le da rabia que la única maldita vez que Aslan decidiera no actuar como el leopardo que se profetizó el destino lo ponga en una carcasa congelada sobre la montaña. En teoría, Ash murió ese día.

Fue un 20 de diciembre.

Ash estuvo literalmente muerto un par de segundos, Eiji nunca le dio permiso para darle el sayonara.

Eiji se bajó del avión y regresó a pesar de los regaños de Ibe, posiblemente esa fue la primera grieta que marcó un antes y un después con su familia. Elegir a Aslan sobre todo el universo, incluyéndolos.

Por donde se mire debería ser una cicatriz triste, de hecho, el cuerpo de Ash está repleto de heridas que le aprietan el corazón al ser prueba de una historia de vida sufriente e injusta, reconoce algunas como la puñalada, la que Arthur le hizo en Coney Island, las que Dino usó para marcarlo e incluso la que ese sujeto dejó cerca de su hombro tras haberlo violado. Eiji fácilmente podría dejarse dominar por sensaciones como la impotencia, rabia y cólera. Pero no lo hace. Si algo le ha quedado de aquel proceso terapéutico es que si bien, nada cambiará lo que Aslan pasó pueden releerlo con una mirada diferente. Así que lo hace. Sí, Arthur lo apuñaló en Coney Island pero eso los llevó a reunirse después del instituto de salud mental y compartir su primer abrazo. Sí, Dino lo marcó pero también aparecen marcas invisibles como las que Griffin y Shorter dejaron en su corazón. Sí, lo violaron, pero continúa vivo, acá, a su lado, con sus hijitos. Y nunca hace esta relectura con el afán de minimizar el malestar, maldición no, pero merece construir una historia igualmente hermosa a su alma. Por ende, en lugar de cicatrices recuerda abrazos, besos, caricias, consuelos, momentos donde se encontraron aunque creyeron que no se volverían a ver vivos.

All too well [Agosto de MPreg]Where stories live. Discover now