Capitulo 8

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La mañana amaneció siendo lo más cálido que había sentido nunca.

Había despertado hacía alrededor de quince minutos y lo único que había estado haciendo desde entonces era contemplar a la persona que dormía plácidamente a su lado.

La paz y la tranquilidad en el rostro de Mikey mientras dormía podría ser considerada una de los mejores paisajes del mundo. Takemichi se sentía demasiado dichoso de poder ser el único capaz de verlo en ese instante. Lo que habían hecho la noche anterior recorría sus pensamientos una y otra vez. Había tenido su primera vez con Manjiro y había sido hermoso.

Hermoso y placentero, por supuesto.

Lo único que intentaba hacer era no bajar la vista hacia las marcas que tan poco agradables le parecían. La cicatriz sobre su pecho no le parecía fea en realidad, nada en Mikey era feo, pero no le gustaba pensar que en algún momento de su vida había sentido algún tipo de daño o ataque. Por otro lado, hacía un rato que había podido contemplar de igual modo una cicatriz más. Una que recorría gran parte de su muñeca en forma horizontal.

Él conocía muy bien ese tipo de cicatrices. No había más, tan solo una, pero una que era diferente a las que tenía él. La de Mikey era del tipo de cicatriz que podría no haber tenido vuelta atrás y se le encogía el estómago de pensar que esa persona tan bonita podría haber intentado atentar contra su propia vida, que de algún modo podría no haber llegado a conocerle.

Agradecía al destino infinitamente el hecho de haberle salvado.

Pasados unos diez minutos más Takemichi terminó levantándose de la cama. No sería él quien perturbara el plácido sueño del chico por lo que decidió que sería mejor idea darle una pequeña sorpresa.

Al hacerlo sintió un pequeño pinchazo incómodo en el trasero pero al recordar el motivo de ese malestar las mejillas se le pusieron coloradas y no pudo evitar sonreír un poco. Qué gratificante era sentir malestar por algo como tener sexo con Manjiro Sano.

Se vistió rápido y antes de salir de la habitación se acercó hasta Mikey, se inclinó y dejó un pequeño besito sobre su frente. El bajito se estiró antes de volver a acurrucarse con un ronroneo que le resultó tan adorable que podría haber llorado de dulzura en ese momento.

Bajó las escaleras del edificio a toda prisa con la intención de encontrar una buena cafetería en la que comprar un rico y completo desayuno para los dos. Sería un muy buen despertar encontrarse con un delicioso café de máquina, dulces y un zumo natural de naranja. A él le encantaría y ya le rugía un poco el estómago por el hambre.

Al salir del apartamento la luz del sol lo cegó por unos segundos. Parecía mentira que a pesar del sol de ese día siguiera haciendo un frío infernal. Se abrazó a sí mismo sobre el abrigo y echó a andar con rapidez hacia la cafetería más cercana y que ya conocía. Estaba a unos diez minutos andando por lo que sería un paseo agradable para terminar de despertarse por completo.

Mientras caminaba no dejaba de pensar en la noche anterior y en lo que Manjiro y él se habían dicho. Una sensación cálida y reconfortante le rodeaba el corazón al recordar esas dulces palabras. Le quería. Mikey le quería y a él le sucedía lo mismo. Podía jurar que se sentía el hombre más feliz del mundo sobre la faz de la tierra. Dio un saltito de alegría de repente junto a una pequeña risa de felicidad. No pudo evitarlo, fue automático.

Por estar pensando en sus cosas no se dio cuenta de que una furgoneta negra y con los cristales blindados le llevaba siguiendo durante un rato.

Giró una esquina hacia un callejón que estaba desierto. Solo ahí tuvo la sensación de que tenía algo tras su espalda. La sonrisa desapareció de repente cuando al girarse vio a esa furgoneta tomar la curva que él acababa de tomar y se adentraba al callejón.

El último baile [Takemichi & Mikey]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora