10.

374 51 31
                                    

Isabela.

—Vamos, Isa. Tú puedes, eres fuerte, decidida y una completa idiota por no tener el valor de tocar el timbre —me regañé a mi misma en voz baja.

¿Cuánto me puede tomar tocar el timbre? Exactamente 20 minutos, sí, lo he contado.

—Es ahora o nunca —murmuré—, agh.

Bufé y en un acto de impulsividad toqué rápidamente el timbre. Mi interior me pedía a gritos salir corriendo del lugar.

Ja, eso es demasiado latinoamericano de mi parte.

—¿Isabela? ¿Qué te trae por aquí? —la madre de Elsa apreció en la puerta.

—Y-yo... Hem... Me topé con uno de los compañeros de Elsa y me pidió entregarle unos apuntes y otras cosas —respondí nerviosa.

—¿Eso es todo? —su madre arqueó una ceja. Tragué saliva.

—Y también quería saber cómo seguía Elsa, supe que se sentía mal —dije jugando con mis manos y balanceándome sobre mis talones.

—¿Por qué no pasas? —ella abrió más la puerta—, puedes entregarle los pendientes en persona.

—No, no, no creo que sea conveniente. Entiendo que Elsa necesite tiempo para recuperarse y no quisiera causarle algún otro problema —dije rápidamente.

Mentira, quería verla, pero claramente respeto su privacidad.

—No pasará nada malo, anda, entra.

Suspiré rendida y entré a la casa de Elsa. Odio cuando no puedes negarte ante las palabras de las madres o las abuelas, tienen un instinto manipulador que hace que lentamente caigas en su juego y termines aceptando lo que ellas dicen. Las odio, por esto mismo mi madre me obliga a muchos quehaceres de la casa.

—Agnarr, tenemos una visita —anunció la madre de Elsa, ella me guió hacia la cocina.

—¡Isa! —Anna saludó sonriendo—. Uh, debo disculparme con Mirabel. No fui a la escuela hoy —comentó.

—De todas formas no fue a clases, se enfermó ésta mañana —Anna asintió tranquila.

—¿Vienes a ver a Elsa? —preguntó su padre. Asentí tímidamente—. Espero quiera hablar contigo, no ha salido de su habitación desde la mañana.

—¿Está enferma? —pregunté curiosa. Ambos padres suspiraron y me invitaron a tomar asiento. Me senté en uno de los bancos de la cocina y ambos me miraron. Su padre hizo que Anna saliera de la cocina en dirección a su habitación.

—Es algo más complejo que enfermarse —inició su madre—. Quizás no deba mencionar esto, pero veo que mantienes una amistad estable con ella y considero que debes saberlo y esto servirá para evitar mal entendidos.

—Si es sobre Hans, no se preocupen, lo sé todo... Elsa me lo contó —dije con naturalidad. Me regañé a mi misma cuando vi sus rostros sorprendidos—. Uh... ¿Dije algo malo? ¿No debería decirlo? Rayos... Lo siento.

—No, no... Tranquila —su padre soltó una risa nerviosa—. Es solo que... Nos impresiona bastante que nuestra hija decidiera hablar con alguien más sobre eso. Siempre mencionó que no deseaba contarle a nadie sobre el tema y mucho menos a hacer nuevas amistades.

—Nos alegra saber que ella ha avanzado por su propia cuenta, dejó de ir a terapia hace unos meses y creímos que habría un gran retroceso en ella —complementó su madre—. ¿Cuándo te lo dijo?

—Hace tiempo, vimos que Hans llegó a la universidad y ese día me lo contó —respondí jugando con mis manos—. No deben preocuparse, no tengo intenciones de burlarme de Elsa o causarle más problemas, respeto tu privacidad y no es un tema que yo deba divulgar o comentar.

Begin Again |Elsabela|Where stories live. Discover now