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Isabela.

—¿¡Se pueden apurar!? ¡Tenemos hambre! —gritó Mirabel cruzándose de brazos.

—¡Tenemos hambre! —gritó Anna acompañando a Mirabel.

—Debí robar comida —apoyó Camilo.

—Oigan ratas ¿Podrían dejar de tratarnos como sus esclavas? —rápidamente repliqué mirándolos—. Vayan a la sala, les avisaremos cuando terminemos —ellos tres rodaron los ojos y se fueron caminando hacia la sala— ¡No me rueden los ojos!

—"Me respetan, a ellos los tengo completamente entrenados" —Elsa se burló dibujando comillas en el aire e imitando mi voz—. Creo que fracasaste un poco en ello.

—Cállate —bufé y volví a picar los ingredientes para la comida.

Hoy los chicos se reunirían para tener un día de películas y juegos. Desde la mañana han estado jugando en el patio y ahora mientras comen estarán viendo una película para después volver a jugar. Ellos mismos han hecho su propio cronograma, me sorprende que a su cota edad estén más organizados que yo en mis deberes.

Elsa ha estado aquí apoyándome con ellos, hemos vigilado que no se rompan un pie o que generen algún desastre. Dolores tuvo una cita con Mariano y Luisa pasará el día con mis padres, así que estoy sola con las bestias y con Elsa.

Eso es genial.

—Si no revuelves al comida se quemará... ¿Estás escuchando Isabela? —la miré rápidamente y ella puso una cuchara en mis manos—. Remueve la comida.

—Oh, lo olvidaba —fui hacia la estufa e hice lo que había pedido—. Lo siento, me perdí en mis propios pensamientos.

—Eso noté —comentó poniendo sus manos en su cintura—, admite que sin mi ayuda, la cocina estaría en llamas.

—Lo admito, para ser sincera, mi vida entera estaría en llamas si no te tuviera —sonreí levemente sin dejar de remover la comida. Escuché a Elsa toser fuertemente y me giré a verla—. Uh, iré por un vaso de agua —Elsa me detuvo sosteniendo mi hombro.

—Estoy bien, gracias —asentí sin tomarle mucha importancia.

Ha pasado una semana desde que visité la casa de Elsa, desde ahí ella ha sido más comunicativa con todos y sobre todo se ha vuelto a encerrar en su habitación. Todo bien excepto ese maldito pescado noruego, jamás lo volvería a comer en toda mi miserable vida.

Es un sabor y textura tan desagradable que no quiero volver a sentir en mi boca. Además, perdí todo el interés de volver a probarlo desde que supe cuánto tiempo se fermenta. La madre de Elsa cocina bastante bien, pero no le aceptaría de nuevo una de esas cosas.

—Debimos traerles a los chicos ese pescado noruego —comenté apagando el fuego—. Es buena proteína para ellos.

—¿Les darás de comer algo que ni siquiera tu toleras? —arqueó su ceja cruzándose de brazos.

—¿Qué no hacen eso todos los adultos? —cuestioné y Elsa asintió levemente.

—Tienes razón, pero lo siento, no quiero tener a niños vomitando y que después tus padres me odien tanto que no me permitan venir a tu casa otra vez —Elsa se defendió tomando los platos que habíamos sacado.

—Te comportas como toda una madre ¿Lo sabías? —tomé la comida y caminé junto a Elsa hacia el comedor—. Niños, la comida.

—¿Qué me dices de tí? Pareces la madre despreocupada —dijo colocando los platos en la mesa.

—Porque ese tipo de madres son las mejores, bueno... No tanto... Lo que quiero decir, es que estaría firme y a la vez les dejaría un poco de libertad, no me gustaría crear un ambiente militar para criar a mi hijo —empecé a servir la comida—. Considero que no debo hacer lo que mis padres no hicieron. No me quejo de mis padres, hicieron buen trabajo y me gustaría algún día aplicarlo con alguien.

Begin Again |Elsabela|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora