Capítulo 4. El secreto de la dungeon

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—Y la chona se mueve, y la gente le grita, no hay- ¡Ay hijo de su pinche madre! ¡AH, LUSU!— interrumpió su canto. —¡Me lleva la verga! ¡Putas arañas!—

Los diminutos insectos, que se desplazaban tranquilamente por las paredes y paseaban por el húmedo suelo de la mazmorra, huían al primer hueco que encontraran al sentir la presencia de un invitado no deseado, que iluminaba los negros pasillos y rompía el silencio con su voz aguda, lanzando maldiciones al aire cuando algún pequeño animal caía accidentalmente sobre él.

Debido a la frustración y temor de andar vagando en soledad por los pasillos de la dungeon, Quackity era ignorante del tiempo que había pasado desde que entraron al lugar. Caminaba sin rumbo alguno con el deseo de encontrar a sus compañeros, pero la desesperanza se hacía cada vez más presente, pues lo único que atendían sus llamados eran las arañas que caían del techo, agudizando el miedo.

Era un alivio que no se haya cruzado con ninguna criatura aún, pero lo que más anhelaba encontrar era alguna salida, la dungeon era semejante a un laberinto con tantos caminos que llevaban únicamente a más caminos, pareciendo un recorrido sin final. Los constantes pensamientos catastróficos de Quackity le decían que en algún punto bajaría tanto en el subsuelo que se le acabaría el oxígeno y se ahogaría hasta la muerte, pero él los ahuyentaba cantando canciones de cumbia.

Dejando de lado la probabilidad de perderse y morir bajo tierra, odiaba el ambiente tan silencioso que obligaba a su cabeza a divagar entre pensamientos o recuerdos con los que no quería frustrarse. Miraba de vez en cuando sobre su hombro cuando en sus oídos podía escuchar voces que le llamaban, no sabiendo si debía estar aliviado de que sea su imaginación o no.

Con un bufido entrecortado por los nervios, forzó una sonrisa, mostrando una mueca complicada. —Fingir una audiencia no fue buena idea, ya comienzo a escuchar voces... ¿Ustedes las escuchan, chat? ¡Ah! ¡Maldita sea, volví a hablar solo! Pinche mad...—

No terminó la oración, pues una pared apareció de forma abrupta bloqueando su camino. Iluminó con el farol al levantarlo un poco más cerca, comprobando que no era otra jugada de su mente y de verdad había llegado a un callejón sin salida.

—¿Qué carajo?— resopló indignado. —¿Tan puta mala suerte tengo? ¡¿Tengo que volver por donde vine?! ¡Nah, nah, me niego!— fulminó la pared por unos segundos, para enseguida hacer un berrinche.

Sentía sus piernas cansadas y un gran peso en los hombros a causa del estrés, por lo que se derrumbó allí mismo sin importar que hubiera musgo que humedeciera sus prendas, golpeando ligeramente su frente contra los ladrillos de rocas que lo obstaculizaban.

Comenzó a sentir rabia contra sus compañeros de misión ¿Por qué le habían dejado atrás sabiendo de su nula experiencia? ¡Le ignoraron a pesar de que les pidió que pararan! ¿No era obvio que sería peor correr en la oscuridad sin un farol?

Lo consolaba la pequeña idea de que aquellos tres debían de ir agarraditos de las manos, yendo a tientas y posiblemente huyendo de bichos que salían de la nada por estar en plena oscuridad. Quackity no sintió pena por imaginar esto, estaba riendo del propio escenario que se había planteado, donde Rubius gritaba de forma dramática al sentir que algo le había tocado, pero que se trataba de Lolito que le estaba amenazando con una cuchilla para que dejara de gritar, golpeando a Staxx accidentalmente pensando que se trataba de Rubius e iniciando una pelea.

Aunque era divertido, era probable que Staxx haya encontrado la forma de guiarlos, pues era el que mejor tenía idea de cómo moverse en estos sitios. Era el que mejor sabía del tema y el que constantemente se ponía a la cabeza para guiarles, notándose extrañamente entusiasmado con este tipo de exploración.

Lagunas ; Quackity | Karmaland & DSMP |Tempat cerita menjadi hidup. Temukan sekarang