Capítulo XLV

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Elia estaba tirada en la cama, mirando al techo. Llevaban cuatro días de viaje y estaba más aburrida que una ostra.

-Hola Elia -dijo Harley parándose en la puerta -¿Qué tal estás?

-Aburridísima. ¿Cómo voy a estar si llevo tanto tiempo sin hacer nada?

-¿Quieres salir un rato?

-No puedo subir yo sola.

Aunque ya tenía unas muletas le habían prohibido subir por las escaleras así que a menos que se lo pidiera a alguien solo podía moverse por debajo de la cubierta.

Harley se fijó en la daga de Elia que estaba sobre la mesa.

-Podrías preguntarle a Nico sobre el lenguaje de la daga.

-Ah, sí, debería de preguntárselo, ¿Puedes decirle que venga?

-Claro.

Volvió al rato con Nico.

-¿Qué tenías que preguntarme?

Elia me tendió la daga.

-Supongo que sabes que es esto -dijo Elia.

-Una daga de hierro Estigio -contestó Nico -, ¿De dónde la has sacado?

-Estaba en el almacén del campamento, en el antiguo -concretó -, escondida entre otras armas, ¿Sabes lo que pone en la empuñadura?

Nico se acercó más y tocó la empuñadura, una descarga eléctrica recorrió su brazo, del susto a Elia casi se le cayó la daga, pero consiguió cogerla por el filo, debería haberse clavado la daga varios centímetros, pero al dejarla de nuevo en la cama no tenía ninguna marca, ninguno de los chicos se dio cuenta y decidió callarse.

-¿Estas bien? -preguntó a Nico.

-Sí, ¿Qué ha sido eso?

-No lo sé, pero yo no he sido.

-Lo supongo -contestó sacudiendo el brazo.

-A lo mejor solo deja a ciertas personas empuñarla.

-Es raro, las armas de hierro Estigio las empuñan normalmente hijos de Hades.

-A lo mejor lo que está escrito lo explica.

-Pues siento no entenderlo, ¿Has preguntado a alguien más?

-No, pero a lo mejor alguien lo entiende.

-Evita que los demás la toquen.

-Puede que no a todos les dé una descarga.

-Conmigo no cuentes para comprobarlo -dijo rápidamente Harley.

-Que valiente por tu parte.

-No me emociona especialmente llevarme una descarga eléctrica.

-¿Qué descargas eléctricas? -preguntó Piper asomándose a la habitación. -¿Qué estáis tramando?

-Nada.

-Nada.

-¿Nico? -preguntó Piper.

-Cosas de los pequeños.

-Tienes como noventa años. No eres precisamente el niño pequeño del barco.

-Bueno, da igual, ¿A que venías?

-La comida ya está hecha, subid a comer.

-Por favor dime qué no te tocaba a ti cocinar -dijo Elia.

-No entiendo porque no te gusta la comida vegetariana.

-No puedo subir a comer, una pena, si me necesitáis estoy aquí leyendo -hizo volar un libro hasta su mano y empezó a leer por una página aleatoria.

-No, subes a comer -dijo Piper usando su embrujahabla.

-Buen intento, pero no puedo subir las escaleras.

-Yo te ayudo, vamos, vosotros id subiendo.

A Elia no le quedó más remedio que subir con ayuda de Piper.

-¿Espinacas? -dijo con tono de fastidio Harley -¿En serio?

-Sí -contestó Piper -, están buenas, solo tenéis que probarlo.

Los dos niños removieron con desgana la comida.

-Esto no puedo ser comestible -dijo Elia.

-Nos lo estamos comiendo todos -dijo Nico -además el otro día dijiste que necesitabais comer para crecer ¿No?

-Prefiero ser pequeña a morir envenenada por comer espinacas.

-Ni siquiera las habéis probado.

-Porque si lo hubiera hecho estaría muerta.

-Dudo mucho que las espinacas estén envenenadas -dijo Annabeth -, te aseguro que no vas a morirte.

-No están envenenadas, son venenosas -contestó Harley.

-Os las tenéis que comer igualmente, porque son perfectamente comestibles -dijo Leo, aunque cada vez que se tomaba una cucharada ponía caras raras.

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