06 - El encuentro

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Elisa aparcó junto a un supermercado costero. Dado que el Ferrari amarillo de Tatiana era una exquisitez automovilística por ser un modelo único de última generación, incontables miradas de personas cuyo nivel socioeconómico oscilaba entre el medio y el bajo se centraron en ella y en el coche. La gente se preguntaba si se trataba de una famosa. Elisa compró un par de cajas de cervezas y un pequeño bidón, evitando las distracciones. El dependiente la ayudó a cargar las bebidas en el vehículo e intentó coquetear con ella, pero fue un rotundo fracaso.

En el camino de vuelta, la sargenta distinguió a alguien abandonando la zona boscosa que había después de la urbanización costera. Habría jurado que aquella persona tenía la ropa manchada de sangre, por lo que disminuyó la velocidad y miró por el retrovisor. En ese instante, el hombre se desplomó sobre la carretera.

―Esa persona necesita ayuda ―dijo Elisa para sí al ver que el sujeto tenía dificultades para levantarse.

La agente de las CES dio marcha atrás hasta detenerse junto a él. Enseguida se bajó del coche y socorrió a la supuesta víctima. Era Evan quien recibía su cálida mano.

―¿Se encuentra bien? ¿Qué le ha pasado? Vamos, lo llevaré a un hospital. —Elisa lo ayudó a ponerse de pie.

―No... No quiero ir a un hospital...

―¿Dónde le han herido? No consigo ver de dónde proviene toda esta sangre ―indagó Elisa tras examinarlo.

―Lo recuerdo... ―murmuró Evan y desvió la mirada hacia un lado.

―¿Qué recuerda? ¿Sabe quién le ha hecho esto?

―Soy doctor... ¿Puedes llevarme a mi casa? ―pidió Evan.

―¿Está seguro? ¿No prefiere ir a un hospital? Si conoce la identidad de quien le ha agredido, debe denunciarlo en las FOP ―insistió Elisa.

―No es nada... Ha sido una hemorragia nasal. Solo necesito regresar a mi casa. Por favor ―le rogó Evan, que lucía frágil como un cristal fino.

―De acuerdo. —Dado el lamentable estado de aquel pálido hombre que se protegía con una bata médica, Elisa dudó. Lo concebía como una víctima, pero no podía descartar que hubiera algo turbio detrás. Por eso accedió a acompañarlo a su casa, así podría comprobar que ni él ni nadie más corrían peligro. No era el protocolo de actuación apropiado, pero sentía que hacía lo correcto como agente de las CES—. ¿Cómo se llama?

―Me llamo Evan.

―Soy Elisa, Evan. Monte conmigo, le llevaré a su casa.

Elisa condujo en la dirección indicada por Evan. Este ocultaba su brazo tembloroso debajo de la bata. Evitaba mirarla porque sentía un intenso deseo de atacarla y devorarla. La sargenta, por su parte, lo observaba de soslayo en ocasiones. Quería ayudar a aquel hombre como la buena agente que era, pero la frustraba que él no le permitiera hacer más. Paró el vehículo junto a una vieja mansión ubicada en un camino que ni siquiera imaginaba que existiera en la isla.

―¿Seguro que es aquí? ―dudó Elisa, aunque una propiedad como aquella solo podía pertenecer a alguien de un estatus social elevado, alguien como un médico, detalle que coincidía con la identidad que le había proporcionado Evan.

―Sí... Es mi hogar ―aseguró Evan, que hasta el momento seguía su instinto sobre sus vagos recuerdos.

―Espere, le ayudo ―dijo Elisa tras salir del coche y le pasó un brazo por detrás de la espalda. Las garras de Evan se asomaron por la mano que caía por encima del hombro de ella, pero pudo controlarlas.

Evan colocó la palma en un panel de seguridad. El sistema reconoció sus huellas y las puertas se abrieron. A Elisa no le quedó ninguna duda de que él era el auténtico dueño de aquella lujosa casa en el bosque, por lo que había sido sincero. En cuanto pisaron el interior, Evan padeció un bloqueo mental, pues el amplio salón despertó parte de sus recuerdos.

Evan 1. Renacer © [En proceso de edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora