11 - Disculpas

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Dos días después de la redada en La Explanada se filtraron varias imágenes en la red sobre el estado de algunos cuerpos. Nadie se explicaba por qué había cadáveres con el aspecto de haber sufrido el ataque de un depredador salvaje como un felino o un oso. Las fotos resultaron tan alarmantes que se propagaron con rapidez. Tal noticia no tardó en llegar a oídos de Michael Foster.

El presidente de Storm Company tragó saliva y se secó el goterón de sudor que recorrió su sien. Para él, Evan estaba vinculado con los hechos. Temía que el antiguo científico hubiera alcanzado un estado de mutación tan avanzado que lo hubiera vuelto incontenible, pero solo eran conjeturas. Su mayor preocupación radicaba en los cadáveres. Debía deshacerse de ellos por precaución, para evitar un incidente como el del hospital Las Palomas. Ordenó averiguar dónde conservaban los cuerpos y que un grupo de mercenarios se ocupara de eliminar todas las pruebas.

***

En el cuartel de las CES, los agentes debatían sobre lo ocurrido en la misión, pero sin otorgarle mayor importancia al asunto que la de una charla diaria entre compañeros de trabajo. La creciente distancia entre el teniente Ethan y su unidad resultaba más jugosa para los rumores. De hecho, Ethan era el único que no había recibido noticias de Elisa. La sargenta, para ese entonces, ya había contactado con algunos de sus compañeros para comunicarles lo feliz que estaba por el cambio de actitud de su hermano. Les había relatado con elocuencia que ella y Simón pasaban los días reformando el apartamento. Richard era uno de los que más se alegraba por Elisa y por su hermano. De hecho, visitaba a Simón en el gimnasio para reforzar su motivación.

La Unidad 1 también estaba teniendo un momento de debilidad tras la misión. Arnold y Sandra se comportaban de forma extraña, manifestando incoherentes y repentinos cambios de humor. Además, su rendimiento oscilaba en exceso como para participar activamente en las siguientes misiones. Los médicos no hallaban una explicación a la alteración de su fisiología y descartaban cualquier enfermedad conocida. Por otro lado, la rápida recuperación de Adams fue como una bendición para el equipo. Su reincorporación fue inmediata y no perdió el tiempo, aquella misma tarde reclamó su cita con Mei.

―¿Qué te parece el restaurante? ―le preguntó la médica, que lo había llevado a cenar al sitio del que le había hablado.

―Pues es muy bonito. Supongo que te trae recuerdos de tu tierra. Y la comida está deliciosa. Creo que no había probado nada tan fresco en mi vida ―contestó Adams, que se esforzaba para coger una pieza de sushi con los palillos―. Esta es la parte más difícil.

―¡Ja, ja! ¡Qué torpe! Se cogen así. ―Mei le enseñó mediante un gesto, pero al final prefirió colocarle los palillos en la mano, estimulando así la risa y la cercanía de ambos―. Nos van a echar.

―¿Por qué? ¿Por unas risas?

―Mmm..., sí. Es que son muy nacionalistas aquí. El personal cree en la restauración de la antigua Japón ―susurraba Mei con seriedad―. Y son muy tradicionalistas. Creo que el jefe pertenece a la vieja mafia de los Yakuza. Jugar con la comida es una falta de respeto. Si se ofenden, podrían cortarnos el dedo meñique.

―¿En serio? ¿Todavía existe esa mafia? ¿Y si el restaurante es una tapadera? ―planteaba Adams, absorbido por el misterio que destilaba la médica.

―Por eso les hablo en japonés. Así no soy descortés y un extraño como tú puede entrar sin que lo miren mal. Si te fijas en el personal, verás que vigilan mucho a los no orientales. ―Mei lo sumergía en una paranoia―. Cuidado, viene una camarera. Les habrá llamado la atención tanto cuchicheo después de jugar con los palillos. Dile esto: Oppai o arimasu ka.

―Vale... ―Adams observó a la camarera con suspicacia. Forzando la sonrisa, repitió la frase―: Oppai o arimasu ka.

El silencio y la tensión reinaron durante un prolongado segundo. La camarera se sonrojó y, de pronto, estalló en una carcajada junto con Mei. Adams dedujo que su compañera le había gastado una broma. La médica se disculpó con la camarera y le explicó que su amigo se había confundido de expresión.

Evan 1. Renacer © [En proceso de edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora