19 - Monstruos 1

43 6 34
                                    

―Adams, he escuchado disparos arriba. Me he asomado en la escalera, pero no he visto nada ―informó A. J. después de explorar los alrededores.

―Espero que todos estén bien. Ya casi termino. La corriente estará reestablecida en breve ―aseguró Adams mientras empalmaba los últimos cables. Tras un destello, la electricidad regresó―. ¡Hecho!

―¡Eres el mejor!

―¡Grrrh! ―Un gruñido proveniente de Susana captó la atención de ambos.

―¡Es Susana! ¡Está viva! ―señaló Adams, exaltado, al ver que su compañera retorcía las extremidades lentamente.

―¡Susana! Es un milagro. No te muevas. Te ayudaremos. ―A. J. se arrodilló junto a ella y cogió una venda de su uniforme con la intención de sellarle la herida del cuello. Cuando le sujetó la cabeza, Susana le cazó el dedo gordo con la boca y se lo amputó de un mordisco―. ¡Ah! ¡Joder! ¡Duele! —chilló, estremecido.

―¡Apártate de ella! ―le ordenó Adams y, en ese instante, Sandra se incorporó―. No puede ser. ¡Imposible!

―¡¿Qué está pasando?! ¡Debería estar muerta! ―remarcó A. J., tan espantado que digirió el dolor para apuntarle con su arma.

―Ahora podemos formar parejas. Dos chicos y dos chicas dispuestos a comerse todo ―articuló la siniestra Sandra y abrió su monstruosa boca.

―¡Muere! ―A. J. accionó el gatillo y Adams lo apoyó. A pesar de que ambos vaciaron los cargadores, Sandra seguía de pie como una tenebrosa gárgola de mármol que se reía de ellos.

―¡Hay que irse! ―advirtió Adams.

A punto de echar a correr, Sandra extendió su aberrante lengua como un látigo y enredó una pierna de A. J. Arrastró a su presa capturada hasta servirla a los pies de Susana. Esta, voraz, se abalanzó sobre la cara del agente y la despiadada Sandra le perforó el abdomen con las garras a un ritmo tan lento como sádico, arrancándole tormentosos alaridos a A. J.

―¡No! ¡Hija de puta! ―Adams, afligido, empleó su Beretta modificada. Una bala de la alocada ráfaga de disparos alcanzó la frente de Susana y se abrió paso por su nuca, cegando su vida en el acto.

―¡L-lárgate, Adams! ―instó A. J. a la vez que Sandra lo miraba extendiendo su lengua como una serpiente.

Adams, consciente de que la munición le escaseaba, apretó los dientes como signo de su impotencia y, con pesar, se marchó.

―¡Huye, Adams! ¡Será más divertido cazarte! ―voceó Sandra.

―¡Aah! Conmigo no t-te divertirás, ¡puta! ―A. J. alcanzó su Glock modificada y se pegó un tiro en la sien para acabar con su sufrimiento.

***

Las luces de la armería se reestablecieron, revelando todo el arsenal del cuartel, aunque no fue lo único. Dos agentes, cuyos cuerpos semidesnudos estaban desgarrados y mordisqueados, cercaban a Anthon. Aquellos espantosos rostros se arrojaron sobre él. Como salvajes depredadores, desataron un torbellino de mordiscos y arañazos en su cuello y en su cara hasta reducirlo en cuestión de milisegundos, donde Anthon suplicó por ayuda.

Tanque embistió a uno y Leonard, con esfuerzo, apartó al otro de un tirón. De inmediato, Tatiana y Elisa empuñaron sus armas para eliminar la amenaza. La francotiradora, como propio de ella, le reventó media cabeza a su objetivo, mientras que la sargenta no superó el pectoral del suyo. Los cuerpos cayeron hacia atrás, quedando recostados en una estantería de rifles.

―Eran Ricky y Jasper, de la Unidad cuatro. ―Tanque los reconoció.

―Anthon no lo consiguió ―reportó Leonard al comprobar que su compañero había muerto.

Evan 1. Renacer © [En proceso de edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora