20 - Monstruos II

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El grupo de Ethan se había sumido en el horror cuando la luz regresó. Atónitos, descubrieron que el ruido metálico que escuchaban provenía de Mike. La barra que atravesaba el cuello de este chocaba con las máquinas de ejercitación a su paso. Lorena, con los pechos y los labios mutilados, también deambulaba por allí. Otros dos agentes, en un estado igual de espantoso, penetraban por la puerta opuesta.

―¡Oh, joder! ―expresó James, boquiabierto.

―¡¿Cómo se sostienen en pie de esa manera?! ―cuestionó la estupefacta Mei, incapaz de hallar una explicación racional.

―¡Esto da asco! Y no me encuentro muy bien ―comentó Carlos, que sudaba como si estuviera frente a la entrada del infierno.

―¿Cuáles son sus órdenes, teniente? ―preguntó Irina, que apretaba los dientes para conservar la compostura.

―Por este lado son solo cuatro. Apresurémonos y salgamos por la otra puerta ―propuso Ethan.

―Voy delante ―indicó Richard y abrió fuego contra Mike, fulminándolo de un tiro en la cabeza.

Irina acribilló a balas a Lorena en su desgarrado tórax. Tras despejar medio camino, los agentes avanzaron hacia la otra puerta. Sin embargo, Loren y Samuel, cuyos agujereados pechos causaban repulsión, se interpusieron en su trayecto. Otras siete criaturas, ansiosos por devorar carne fresca, se abalanzaron detrás de ellos. Por mero instinto, el equipo retrocedió, pero se percataron de que los otros seres habían empezado a colarse por la puerta parcialmente bloqueada.

―¡Estamos rodeados! ―resaltó Carlos, presa del pavor.

―Y no puedo tirar ni una puta granada ―murmuró James.

―¡Disparad a ambos lados! ―ordenó Ethan.

Los proyectiles volaron en ambas direcciones. Dado que algunos objetivos no portaban uniformes, los agentes no centraron todos los disparos en la cabeza, por lo que malgastaban munición sin saberlo. Durante la tensión, Lorena, pasando desapercibida, se arrastró hasta aferrarse a una pierna de Irina y morderle la pantorrilla a través de su pantalón ajustado. La agente se quejó en cuanto aquellos dientes penetraron su piel e igual de rápido reaccionó agujereándole el cráneo a Lorena con su última bala.

―¡Mierda! ¡No me queda munición! ―avisó Irina.

―Recién se me ha terminado a mí también. ¡Maldición! ―añadió Richard.

―¡¿Cómo es que no se mueren?! ―dudaba Mei, que contemplaba con terror aquellos cuerpos sin alma incorporándose una y otra vez.

―¡Estoy sin balas! ―comunicó Carlos y arrojó el cargador.

Las ráfagas de disparos cesaban a medida que las horrendas criaturas ganaban terreno. Ethan y Mei acertaron en las frentes de las dos más próximas, eliminándolas por completo, aunque la médica agotó sus últimas balas y tuvo que agarrar una barra ligera para defenderse. Irina, por otra parte, recurrió a su destreza en las artes marciales para repelerlas. Agradecía que no fueran tan fuertes como Erickson y que ella contara con el tratamiento experimental de Storm Company, que la dotaba de un vigor sobrehumano. Mientras Richard las golpeaba con su fusil, Carlos se favorecía de su protección. James y Ethan eran los únicos que aún contaban con munición, pero eso no impedía que se vieran acorralados.

Los hambrientos compañeros atacaban como fieras. Deseando desgarrarlos y devorarlos hasta las entrañas, extendían los brazos y se precipitaban sobre ellos. Cuando cercaban a sus presas como una manada de lobos a un rebaño de ovejas, uno de ellos cayó tras un estruendoso disparo. La cabeza de otro reventó de forma similar. El segundo equipo había aparecido justo a tiempo para ayudar a sus amigos.

Evan 1. Renacer © [En proceso de edición]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora