Capítulo 18 👑

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Luca

Después de un viaje agotador y estresante, el Jet finalmente aterrizó en Sídney durante la madrugada y nos dirigimos al hospital dónde Eloise estaba internada. Había tenido una llamada con Isadora y me pidió por milésima vez que no me preocupara. Era curioso que estuviera tan cómoda con mi ausencia y pensé en la forma que Fabrizio la miraba: anhelo, deseo.

Algo estaba sucediendo entre ellos a mis espaldas. No me molestaba, por supuesto. Ambos eran buenos el uno para el otro. Isadora merecía un poco de felicidad y sabía que Fabrizio la cuidaría y la respetaría.

—Señor, no puede ver a la paciente—insistió la enfermera—. Solo los familiares están autorizados debido a su estado.

—Te prometo que soy un viejo amigo—afirmé—. Ella estará feliz de verme.

Lo dudaba, pero tenía que convencer a la enfermera. No iba a irme de aquí sin obtener respuestas. No había viajado casi veinticuatro horas por nada. Eloise era la única que podía decirme dónde estaba Alayna.

—La paciente sufre estrés postraumático y tuvimos que sedarla—dijo con pena—. Lo que ella ha sufrido ha sido muy trágico y dudo que esté en condiciones de ver a alguien.

Mierda. No quería imaginarme cómo se sentía. La persona que amaba fue asesinada y cuando la encontraron abrazaba el cadáver y se negaba a soltarla. Entendía su dolor y lo lamentaba, pero no podía irme sin saber nada de Alayna.

—Por favor... —insistí—. Solo unos pocos minutos.

La enfermera me dio otra sonrisa de disculpa.

—Lo siento mucho, señor. No puedo hacer nada por usted.

Abrí la boca para hablar, pero fue Gian quién interfirió. Miró a la enfermera con una sonrisa que la hizo ruborizar. Esperaba que sus encantos funcionaran o me volvería loco. Mi paciencia se estaba agotando.

—¿Cuál es tu nombre, cariño?

—Pamela.

—Escucha, Pamela—Gian se recostó contra el mostrador—. Sé que estás haciendo tu trabajo y lo entendemos, pero mi primo y yo viajamos casi veinticuatro horas para ver a la paciente. Somos sus amigos y la apreciamos. Te prometo que solo hablaremos con ella cinco minutos. ¿Puedes hacer eso por dos italianos desesperados? Cinco minutos. Es todo lo que pedimos.

Pamela dudó un segundo, pero finalmente asintió con un cansado suspiro. Casi grité de alivio. Gian debió hablar con ella desde un principio para ahorrarme el estrés.

—Habitación 45. Piso dos—dijo ella—. Cinco minutos.

Gian le guiñó un ojo.

—Gracias, cariño. No olvidaré este favor—Le sacó el bolígrafo del escote y escribió su usuario de Instagram en un papel—. Podemos hablar cuando estés aburrida.

Pamela se sonrojó.

—Estaré encantada.

Agarré el brazo de Gian y lo alejé para seguir con nuestra excursión. Antes me molestaba su actitud de playboy, pero ahora agradecía su increíble talento para convencer a las mujeres. Era un genio en ese campo.

—¿Liana y tú siguen haciendo la ridiculez de relación abierta?

—Claro que no—bufó—. No responderé a los mensajes de la enfermera.

Rodé los ojos.

—Lo que sea, centrémonos en lo importante.

Subimos al ascensor que nos condujo al segundo piso y rápidamente buscamos la habitación de Eloise. Los pasillos estaban vacíos a excepción de dos custodios y un hombre que bebía café mientras esperaba de pie. Nos miró un segundo antes de centrar su atención en otra parte. Sospechoso.

El Rey Oscuro [En Librerías]Where stories live. Discover now