Capítulo 32👑

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Luca

Cuando llegó el momento decisivo era un lío de nervios e incertidumbre. Me obligué a relajarme y convencerme a mí mismo de que todo estaría bien. Necesitaba darle un poco de confianza a Isadora. Ella se encontraba en la misma situación que yo. Hoy presenciaría la muerte de su padre, me preocupaba que no pudiera gestionarlo.

Me afeité el rastro de barba, me peiné el cabello antes de ponerme el traje negro y la corbata roja que había escogido Alayna. Pude ver mi reflejo en los brillantes zapatos recién pulidos. Laika ladró desde la esquina como si me estuviera dando su aprobación.

—Estás a cargo de mi hijo—Le dije—. Hazme sentir muy orgulloso.

Sus ojos marrones se entrecerraron y agachó la cabeza en sumisión. Laika no era solo una perra o una mascota. Era mi amiga. El tiempo avanzaba, pero su lealtad incondicional era inquebrantable. Ella me seguiría hasta el final.

—Buena chica—sonreí.

Le hice un último chequeo a mi aspecto y busqué el frasco de mi colonia favorito en la cómoda. Me apliqué una pequeña cantidad antes de guardarlo. Dos suaves brazos me rodearon la espalda desde atrás y besó mi cuello.

—Ten mucho cuidado—susurró Alayna—. Si algo anda mal entraré en esa estúpida fiesta y mataré a todos por mi cuenta.

—Nada saldrá mal—afirmé.

—¿Lo prometes?

Me giré y la agarré por la cintura. Su aroma me relajó. Suave, dulce. Me encantaba cómo olía. Quería consumir cada parte de ella: su cuerpo, su alma.

—Lo prometo.

Le di un beso casto y salimos de la habitación. En la sala Gian masticaba un cannoli con los ojos fijos en el iPad. Luciano ya había hecho de su parte uniéndose como camarero al servicio de catering. Fabrizio estaba en la habitación de vigilancia mirando las cámaras. No me despediría de mi hijo porque volvería hoy mismo. Era un hasta pronto.

—Me estoy muriendo de nervios—Se quejó Kiara—. Luciano no me ha contestado ningún mensaje.

—Está trabajando, no lo molestes—Reajusté mi corbata, aunque fracasé. Alayna negó antes de ayudarme.

—¿Y si él no toma ninguna copa envenenada? —cuestionó Gian—. Ese viejo de mierda es muy astuto.

Me había hecho la misma pregunta, pero no insultaría la inteligencia de Luciano. Él era un experto.

—Él va a tomarlo. Dejen sus pesimismos.

Gian miró la hora en su reloj.

—¿Dónde está Isadora?

—Aquí.

La luz de la tarde que se asomaba por las ventanas iluminaban a Isadora de pie en las escaleras. Se veía hermosa. El vestido rojo estaba ceñido a su cuerpo, escote pronunciado y una cola que se arrastraba hasta el suelo. El cabello rubio recogido en un moño enmarcaba su rostro con maquillaje suave y labios carmesí. Bajó los escalones tímidamente y miró un segundo a Alayna.

—Mentón en alto—dijo Alayna.

Isadora levantó la barbilla y caminó con la espalda recta. Fabrizio apareció en ese momento, se quedó suspendido mirándola con la boca abierta. Le extendió la mano y ella le sonrió con dulzura.

—Te ves hermosa—susurró Fabrizio.

Las largas pestañas de Isadora se agitaron.

—Alguien me ayudó a escoger el atuendo—respondió y compartió una sonrisa cómplice con Alayna.

El Rey Oscuro [En Librerías]Where stories live. Discover now