Capítulo 33 👑

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Luca

El corazón me palpitaba en el pecho. Era una mezcla de miedo y ansiedad. El velocímetro aumentaba a 200km por hora. Alayna nos condujo en la autopista de dos carriles sin soltar el acelerador. Su ceño estaba fruncido por la concentración, sus dientes mordían su labio inferior y sus ojos cada tanto iban al espejo retrovisor. ¿Acaso existía algo que esta mujer no pudiera hacer bien? Lo dudaba. Improvisó unas cuantas maniobras para evitar que las balas nos tocaran y dejó atrás a los vehículos que nos perseguían.

—El auto está blindado —comentó ella—. Tenemos ventaja.

Gian me tendió la pistola y me aseguré de que estuviera bien cargada.

—Eso no evitará que ellos quieran derribarnos—dije—. Hay que sacarlos de nuestro camino.

Afortunadamente la autopista no estaba muy concurrida debido al horario, pero seguía siendo peligroso. Alayna pasó en medio de dos camiones que transportaban troncos de madera. Isadora jadeó cuando las balas golpearon la parte trasera del auto. Mierda.

—Quieren pinchar las ruedas—dedujo Luciano.

Gian puso los ojos en blanco.

—No me digas, Sherlock.

—Cierra la boca y vuelve a tu contenedor de basura, rata —atacó Luciano.

Los miré con molestia.

—Manténganse en silencio o dejaré sus culos en la autopista.

—Ya, ya—Gian levantó las manos y le enseñó el dedo del medio a Luciano como un niño pequeño. Imbéciles.

Después de unos minutos los autos se acercaron y Alayna giró el volante para embestir el Porsche. Todos nos sacudimos en nuestros asientos. Escuché bocinazos, insultos y amenazas de los otros conductores. El caño de escape soltó una cantidad de humo, las ruedas derraparon.

—Mierda, mujer —Los dientes de Gian castañearon.

Isadora agachó la cabeza mientras Luciano la protegía. Abrí la ventana y me puse en posición porque era mi turno de disparar. Esos hijos de puta no saldrían ilesos.

—Espera mi señal—advirtió Alayna. Asentí. El siguiente auto se había desviado hacia el carril izquierdo, pero pude notar que estaba tratando de adelantarse. Buena suerte con eso. Mi mujer no le daría una oportunidad. Otro disparo atravesó la ventana trasera, el cristal chasqueó aumentando el pánico de Isadora—. ¡Ahora!

Saqué mi brazo por la ventana y empecé a disparar al auto detrás de nosotros. Los bocinazos y los gritos ásperos me perseguían mientras las balas de mi arma impactaban contra el parabrisas del Porsche. Luchó por mantener el control, casi estrellando el vehículo. Los pocos coches de la autopista retrocedieron al notar el enfrentamiento. Si no salíamos de allí pronto teníamos que lidiar con una patrulla.

—Quietos todos—ordenó Alayna—. Dejen qué se acerquen.

Fruncí el ceño.

—¿Qué...?

—Sé lo que hago—Me miró brevemente y se enfocó en la autopista—. Confíen en mí.

—Oh, Dios—susurró Isadora, sus ojos marrones desorbitados por el miedo.

No importaba cuantas respiraciones tomara, nada podía calmarme. ¿Qué demonios pretendía? Los vehículos nos alcanzaron y se posicionaron en cada lado del todoterreno sin darnos ninguna salida. Alayna todo lo que hizo fue sonreír maliciosamente. Sí, había perdido la maldita cabeza.

El Rey Oscuro [En Librerías]Where stories live. Discover now