XIX

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Nos esperaron en el claro. Las estrellas brillaban sobre nosotros y los ojos violetas de los Omegas relucían en la oscuridad. Conté quince, todos eran lobos. No se suponía que los Omegas se reunieran en grupos como esos. Era como si fueran una manada, aunque no tenían un Alfa, aún no, por lo que no podían ser Betas. Sin embargo, y de alguna manera, parecían estar unidos.

-Mike -dijo Simon.

-No debiste haber venido aquí.

-Sabías que esto pasaría un día -rio y echó un vistazo en mi dirección antes de volver a Mike-. Humanos, Mike, ¿en serio? ¿Todavía? ¿No has aprendido nada del pasado? Deberías agradecerme por haberme encargado del problema en tu lugar.

No era un Alfa, pero capas de rojo cayeron sobre mis ojos y todo en lo que pude pensar fue muerte y asesinato y sangre.

-Ese siempre ha sido tu problema, Simon. Subestimas el poder de aquellos que consideras inferiores a ti. Solo porque tú no puedas ver su valor no significa que no lo tengan.

-Tu idolatría era entretenida hace treinta años. Desde entonces ha perdido su significado -los ojos de Simon centellearon.

-¿En dónde está? -preguntó Dinah en voz baja.

-¿Quién? -sonrió Simon.

-Sabes quién.

-Ah. Solo quiero oírte decirlo.

Todo esto era un juego para él.

-Mi padre.

-Sí, él. Bueno él... tenía otros asuntos que atender. Envía sus saludos. Estoy seguro de que lo verás pronto -paseó la vista por todos nosotros hasta detenerse en Lauren-. Bien, definitivamente has crecido. Hola, Lauren. Es agradable volver a verte.

Eso era suficiente. Hasta ahí soportaría, no más. Podía hablarme como quisiera, podía decir mierda de Mike y Dinah, porque ellos podían con ello, lo harían. Pero este hombre había asesinado a mi madre y ahora le hablaba a Lauren, y yo estaba harta.

Aparentemente Chris y Taylor se sentían de la misma forma porque avanzaron rápidamente hacia adelante en cuanto gruñí, sus garras estaban extendidas y sus dientes al descubierto.

Los seguí porque eran mis hermanos.
Los seguí por mi madre.
Los seguí por Lauren.

Las ataduras estaban allí, entre todos nosotros. Éramos manada, nos superaban en número, pero aún éramos una manada.

Levanté mi barreta y la estrellé contra un brazo con garras que buscaba golpearme. El hueso se quebró antes de que las garras llegaran a mi estómago, el Omega gritó y su piel se quemó al hacer contacto con la plata. Comenzó a cambiar a su forma de lobo, pero giré sobre mis talones, lanzándome a mitad de camino, formando un arco con mi barreta y dando un revés como si tuviera un palo de golf. El shock del impacto llevó un sacudón a través de mis manos mientras la mandíbula del Omega se quebraba. Sangre y fragmentos de dientes salieron de su boca, salpicando su cara mientras se mecía hacia atrás. La curva de la barreta se deslizó a través de la piel de su mandíbula y se enganchó en el puente de sus dientes. Sacudí mis brazos tan fuerte como pude y le arranqué del cráneo la mandíbula inferior.

Una línea de fuego me arañó la espalda. Gruñí y me tambaleé. Oí a Lauren rugir de furia en algún lugar a mi derecha. No sabía si gruñía por el Omega que había aparecido en mi retaguardia o si lo hacía por algo más.

Me volteé para ver a la Omega. Tenía sangre en el rostro. Me miró con una mueca de desdén y me recordó a Marie.

-Tu madre comenzará a pudrirse pronto -dijo-. Se descompondrá y lenará de gases. Cómo se hinchard.

Running With The Wolves (Lauren Jauregui y tú)Nơi câu chuyện tồn tại. Hãy khám phá bây giờ