XXXV

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Una semana después de la llamada de Michelle Hughes, me detuve y vi pasar a Clara por la cocina. Era domingo y le dije que deberíamos cenar todos juntos, como era la tradición. Sus ojos brillaron cuando se lo dije y palmeó mi mano. Ambas ignoramos la aspereza de su voz cuando habló:

-Eso sería agradable, ___. Eso sería realmente agradable.

Los humanos en mi (nuestra nuestra nuestra) manada estaban afuera preparando la mesa. O en realidad, Brandon y Sofi lo hacía, y Camila y Ally cantaban sentadas en sillas de jardín deshilachadas que habían sacado de algún lugar. Dinah estaba con ellas, y podía verla intentarlo. Tratando de encontrar su lugar nuevamente entre ellas. Tratando de forjar los lazos que antes estaban allí, porque, incluso si no lo sabían y aunque ninguna de ellas era una loba, habían sido su manada por más tiempo que ningún otro. Las necesitaba, como me necesitaba a mí. Fue lento, dada la larga historia entre ellas, pero en general lo entendieron.

Taylor y Chris estaban en el asador. Robbie intentaba no ensombrecer demasiado a Taylor. Luego de esa primera reunión en la que Lauren y yo les dijimos sobre combinar las manadas, Robbie había retrocedido. Se había suavizado ligeramente en torno a los demás, con menos resentimiento y virulencia. Ayudó que desviara un poco su atención de mí. Lauren, como la maldita posesiva que era, estaba complacida con todo el asunto. Especialmente al ver la expresión desconcertada de Taylor.

Lauren andaba caminando entre los árboles en algún sitio. Una Alfa necesitaba estar en contacto con su territorio. Le dije que iría con ella, pero había negado con la cabeza.

-No hace falta, ___ -dijo antes de desaparecer en el bosque.

Y quedamos solo Clara y yo. La ensalada que había mezclado estaba lista en el cuenco de plástico. No me había dado otra tarea, así que esperé. Parecía lo correcto. Finalmente, dejó de bailar al ritmo de una canción que solo ella podía oír.

-___ -dijo.

-¿Sí?

-Es lindo, ¿verdad?

-Sí. ¿Qué cosa?

Sonrió sin prestarle atención a la ensalada de patata que estaba revolviendo.

-Esto. Nosotros. Tú y yo. Todos ellos.

Y lo era, y se lo dije.

-No me lo esperaba -suspiró.

-¿A qué?

-Que pudiéramos tener esto otra vez.

-Quería que lo tuvieras -dije-. Quería que tuvieras todo esto otra vez. Después de...

-Sé que lo hacías, pero no podías. No en ese momento.

-No lo sé -me encogí de hombros intentando verme relajada.

-Lo hacías -me echó un vistazo-. Te conozco.

Me conocía y muy bien. Si hubiera creído que mi corazón era capaz de soportarlo, la habría llamado madre. Pero los corazones son cosas curiosas: laten con fuerza dentro de nuestros pechos, pero pueden hacerse pedazos ante la menor presión.

Ella podría oír todo lo que no podía decir. En parte por los hilos entre los dos, pero mayormente porque era Clara Jauregui, y ella simplemente sabía las cosas.

-Necesitaba regresar a casa -dijo-. Por mí, por todos. Pero principalmente por ti, creo.

-Nos extrañó a todos por igual.

Puso los ojos en blanco, algo tan raro en ella que aún me hacía sonreír cada vez que sucedía.

-Claro. Lo sé. Soy consciente de eso. Pero fue por ti, _______. Aún cuando no lo creas, aún si no lo entiendes, regresó por ti.

Running With The Wolves (Lauren Jauregui y tú)Onde histórias criam vida. Descubra agora