Capítulo 4

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Habían pasado varios días en los que todo había parecido volver a la normalidad. Quedaban todos los días para desayunar, comían juntas y pasaban las tardes estudiando en casa de Alba.

Todo parecía seguir igual. Excepto por el pequeño detalle de que Alba estaba conociendo a alguien, y eso la morena aún no lo sabía. De hecho, no lo sabía nadie.

-¿No hay novedades entonces?- Le preguntó María cuando salían de clase.

-No, y deja el tema que ya debe estar en la puerta.

-Joder, sí que le cuesta darse cuenta.

-No tiene que darse cuenta de nada. Ya me ha dejado claro que no le gustan las chicas. Así que déjalo ya.

-Hola chicas.- Saludó Alba cuando las vio salir después de quince minutos esperando.

-Hola, piojo.

-Gilipollas.- Bufó.

-Hola, Albi.- Sonrió la morena, que se acercó para abrazarla.

-Hola, Nat.- La abrazó al segundo.

-Madre mía es que si fuerais novias daríais asco.- Comentó como si nada. Ambas, ya acostumbradas a esos comentarios, lo ignoraron.

-Oye, que hoy no puedo ir a comer contigo. Ni a estudiar. Nos vemos mañana, ¿vale?- Dejó un suave beso en su mejilla.

-¿Y eso?- La cogió de la mano cuando se iba a ir, pegándola a ella por el tirón que le dio.

-Eh... Yo... Eh...- Se quedó mirando a Natalia por unos segundos, nerviosa ante la cercanía...- He quedado para hacer un trabajo.

-Vale.- Sonrió la morena al darse cuenta del nerviosismo de la otra. ¿Y si jugaba un poco y tiraba de la cuerda?- Nos vemos mañana entonces, rubia.- Miró sus labios por unos segundos y se acercó lentamente, desviándose en el último segundo para dejar el beso en la mejilla de la otra, que había contenido la respiración ante los movimientos de su amiga.

-Sí, adiós.- Tragó saliva, dándose la vuelta y yéndose a paso rápido.

-¿Qué ha sido eso?- Alzó una ceja la otra rubia.- ¿Un gay panic en toda regla?- Sonrió divertida.

-No te flipes.- Le pegó una colleja.- Desde que nos acostamos reacciona así cuando estamos más cerca de lo que deberíamos. Pero es porque le da cosa volver a rayarse.

-Madre mía, Natalia.- Negó con la cabeza y dejó su mano en el hombro de esta, dando un pequeño apretón a modo de consuelo.- No sé quién de las dos está más ciega.

Alba había terminado de ducharse y vestirse cuando sonó el timbre indicando que Nael había llegado. Revisó una vez más el chat de su hermana para comprobar que no llegaría hasta después de cenar y abrió la puerta.

-Buenas tardes, guapa.- Le saludó el castaño.

-Hola, Nael.- Se puso de puntillas para poder besarlo.

Acabaron sentándose en el sofá sin dejar de besarse. La rubia tenía ganas de ir un paso más allá y sabía de sobra que el chico también. Se sentó sobre él y poco a poco fueron quitándose la ropa. No pudo evitar recordar aquella misma escena pero Natalia. Tuvo que sacudir la cabeza, centrándose en los labios del chico sobre su cuello y, poco después, sobre sus pechos.

-¿Cómo te gusta?- Susurró Nael cuando posicionó su mano en el centro de la rubia. Esta, al escucharlo, tuvo que abrir los ojos. Por unos segundos había vuelto a pensar en Natalia.

-Duro.- Lo miró a los ojos, bajando su mano hasta chocar con la de él para apartarla.- Te quiero dentro de mí. Ahora.

-Joder, Alba...- Se mordió el labio con fuerza, levantándola ligeramente de las caderas después de haberse puesto un condón.

Confesiones de invierno.// AlbaliaWhere stories live. Discover now