Capítulo 20

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Habían pasado dos semanas en las que sus amigos no habían parado de picarles cada vez que tenían oportunidad, aunque conociéndolos, se puede deducir que se sacaban las oportunidades hasta de debajo de las piedras.

Estaban a punto de entrar en fechas de exámenes y, sabiendo que casi no iban a tener tiempo para verse, decidieron aprovechar un fin de semana para hacer una pequeña escapada ellas dos solas.

Cogieron dos billetes dirección a Madrid, ciudad a la que ya habían ido alguna que otra vez pero siempre por separado. Alba tenía familia en la capital y, Natalia, tenía aquella ciudad como punto medio cuando quedaba con sus amigos de Pamplona para poder verse, pues desde que había veraneado en casa de sus abuelos paternos algún que otro verano, se había vuelto casi inseparable de Ici y Haus.

-¿Estás segura de que es este tren?- Comprobó la rubia una vez más, haciendo que Natalia, ya algo desesperada, bufara.

-Albi, lo hemos comprobado ya ocho veces. Es este, sí.- Cogió su mano y le sonrió.- Venga, vamos.- Tiró de ella hacia el vagón correspondiente.

-Vale, perdón, es que estoy un poco nerviosa.- Se sentó en su sitio, mirando a la morena.

-No se nota nada.- Ironizó.

-Jolines, Nat, es que es la primera vez que viajamos solas.

-No es cierto.- Frunció el ceño.- Mira, esta aquella vez que...- Quiso enumerar, pero se vio interrumpida por su acompañante.

-Me refiero como pareja, amor.- Sonrió tierna.

-Pero no cambia nada.- Se encogió de hombros.- Bueno mentira, ahora si quiero puedo decirte que estás guapísima, que te quiero, y que me gustas un montón sin que te lo tomes como que soy tu mejor amiga.- Contó emocionada, como si se acabase de dar cuenta de ese pequeño detalle.

-Madre mía es que qué ciega he estado.- Se lamentó Alba.

-Un poco.- Estuvo conforme.- ¿Te acuerdas aquella vez que te dije que estaba súper enamorada de una chica, que te la describí y todo para ver si te dabas por aludida?- Soltó una carcajada, ganándose un par de miradas por parte del resto de pasajeros.- Madre mía, y tú pensando que hablaba de María.- Fingió un escalofrío.

-¿Y yo qué iba a saber? Tenías catorce años, y yo estaba detrás de uno de mi clase, ni siquiera se me pasó por la cabeza que la chica que conocía de toda la vida, a la que consideraba como a una hermana pequeña, se me estaba declarando.

-No vuelvas a decir que me considerabas tu hermana pequeña, Alba.- Puso cara de horror.- Suena fatal.

-Toda la razón del mundo.- Fue su turno de fingir un escalofrío.- Pero volviendo al tema...- Sonrió inocente.- ¿Así que llevas enamorada de mí toda la vida?

-No vamos a hablar de eso, pesada.- Se colocó en su asiento, mirando al frente y cruzándose de brazos.

-Oh, vamos.- Se colocó de lado, poniendo una de sus manos en el brazo de Natalia y balanceándola ligeramente para que le hiciera caso.- Nunca me has contado cómo te diste cuenta, ni nada, y quiero saberlo.

-Me da vergüenza hablar de esto contigo, Albi. Total, te conté mis primeras dudas, más o menos sabes cómo fue.- Se encogió de hombros.

-No, no, yo quiero saberlo todo con detalles. ¿Alguna vez has querido besarme?

-Todos los días.- La miró con una ceja alzada.- Por algo sabía que me gustabas.

-También es verdad.- Asintió conforme.- Oye pero espera, cuando decías que no estabas enamorada de Alicia...

-Me gustabas, sí. Intentaba olvidarte. Alicia me molaba, pero ni punto de comparación con lo que he llegado a sentir por ti.

-Uy.- Murmuró sin poder evitar sonrojarse.- Vale, espera, es que me he puesto nerviosa.

Confesiones de invierno.// AlbaliaWhere stories live. Discover now