Capítulo 23

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Se levantaron a la mañana siguiente sin muchos ánimos. Desayunaron en silencio. Todo estaba en silencio. Tenían una conversación pendiente y ambas lo sabían. Pero les daba miedo. Les daba vértigo pensar en cómo terminaría aquello.

-¿Cuándo te vas, Nat?- Preguntó cuando volvieron a tumbarse en la cama después del desayuno.

-El lunes.

-¡Hala!- Frunció el ceño.- Pero es en tres días.

-No me lo recuerdes.- La abrazó con fuerza.- Que no me quiero separar de ti.

-¿Hacemos plan de citas?- Sonrió emocionada.

-Deberíamos hablar de lo que va a pasar...

-¿Para qué?- Negó con la cabeza la rubia.- Ya lo hablamos el domingo. Vamos a disfrutar hasta entonces, ¿no?

-Me parece bien.- Sonrió débilmente. No podía hacer como si nada.

-Va a ser jodido, lo sé.- Dejó un beso en los labios de su novia.- Pero vamos a intentar no pensarlo, mi amor.

-¿Qué hacemos hoy, a ver?- Quiso intentar hacer como la rubia y olvidarse de todo.

Alba, queriendo hacer algo especial con su novia, decidió llevarla de sorpresa a un sitio en el que se habían pasado gran parte de su infancia; el parque Gulliver.

Desde que tenían uso de razón, pasaban allí los domingos con ambas familias.

-¿En serio?- Sonrió ilusionada Natalia al verlo de lejos.

-¿Revivimos viejos tiempos?- Soltó una pequeña risa, cogiendo la mano de la morena y echando a correr.

Se pasaron una hora entera subiendo y bajando por el parque. Cuando Alba ya estaba algo cansada y se sentó en uno de los bancos, Natalia no dudó en echar a correr para esconderse de la rubia. Una vez encontró el sitio perfecto, le mandó un mensaje para que la buscase.

Media hora tardó Natalia en salir de su escondite, pues la rubia no la encontraba por ningún sitio y no dejaba de recibir mensajes de su novia burlándose de ella por haberla visto.

-¿Dónde estabas?- Frunció el ceño Alba cuando la vio aparecer.

-En el tobogán de la bota.- Sonrió orgullosa.- Te he visto pasar ocho veces por ahí.

-¿Y te has cansado de estar escondida?

-No, es que hacía ya mucho rato que no te daba un beso.- Se acercó a ella para darle el mencionado beso, ganándose una cobra.- ¡Albi!- Se quejó.

-No te lo mereces.- Le sacó la lengua.

-Eres una picada, churri.- Soltó una risilla ante la cara de enfado que tenía.

-Iris ini piquidi.- Violvió a sacarle la lengua.- Pero tú te has quedado sin beso.

-Y tú también.- Alzó una ceja la morena.

-Jolines.- Frunció el ceño de nuevo, bufando y acercándose a la morena, colocándose de puntillas para poder darle un beso.

-Así me gusta, rubia.- Sonrió cuando se separó de ella.

-A veces me caes mal, ¿sabes?

-Va, deja de quejarte y vamos a tirarnos otra vez por el grande.- Tiró de ella.

A las cinco y media de la tarde, después de haber comido por allí cerca, se acercaron al barrio, pues habían quedado para cenar con todo el grupo. El camino fue bastante silencioso, ambas iban pensando en lo mismo pero sin querer verbalizarlo en voz alta. Esa noche iban a cenar todos juntos, dormirían juntas en casa de Natalia, y al día siguiente, la rubia vería cómo su novia hacía las maletas para irse.

Confesiones de invierno.// AlbaliaWo Geschichten leben. Entdecke jetzt