Capítulo Dos

1.1K 163 159
                                    


Para cuando amaneció, parecía que el sol no había salido, estaba nublado.
El mismo sol sabía que el día era gris, que la vida en sí ahora era gris.

Me costó trabajo despertar, demasiado cansado, agotado en todos los sentidos. La cama era rígida y las sábanas tenían un leve olor a humedad seguramente por el poco uso. Había pequeños cuadros en la pared, adornos de madera y una vela casi por terminarse en la mesa ratona.

Una habitación pequeña, acogedora y sumamente organizada.

Era la habitación que pertenecía a Xavier en su juventud.

Tenía la esperanza de que al despertar todo haya sido un sueño, que al despertar las aves cantaran y el suave aroma del desayuno inundara mi nariz. Que alguien me despertara con un beso en el cabello y todo siga su curso y su rutina. Pero no fue así. Era como si cada minuto que pasara la vida me recordara que Xavier murió.

Como si la vida me recordara que definitivamente no iba a detenerse.

Maldita sea la hora en la que decidió tomar ese bus.

***

El agua tibia recorría mi cuerpo, relajandome por completo. Debía darme un baño y arreglarme para el funeral. Al salir de la ducha me miré en el espejo y, a pesar de todo lo vivido y todo lo sentido, reconocí mi imagen, la misma imagen de siempre. Con la piel pálida, las ojeras, esos ojos azules que tanto amaba Xavier y las lágrimas. El día en que no me vea así es cuando no voy a reconocerme.

Logré empacar mi viejo y polvoso traje color negro, aquel que alguna vez compré para una entrevista de trabajo. Algo entallado pero formal. Peiné mi cabello hacia arriba en un tupé y me coloqué un par de toques de loción en el cuello, justo en donde la yugular palpita.

Volví a mirarme en el espejo, sabía que todo estaba listo afuera, el ataud ya estaba en su lugar y seguramente la gente comenzaba a llegar. Hoy mismo también sepultaríamos a Xavier, en el mismo maizal de la granja pues su madre no tenía dinero para un lugar en el cementerio.

Todo pasaría tan rápido que de alguna forma lo agradezco.

Suspiré.

Tomé fuerzas.

Al abrir la puerta del baño me encontré con esa enjuiciadora mirada de nuevo, con esos ojos verdes cada vez más oscuros.

—No es una boda.—Dijo.

—¿Qué?

—La loción.—Me miró.—Se usa en las bodas y en ocasiones especiales. Este es un funeral.

Abrí la boca tratando de decir algo pero las palabras no salieron.

Tenía razón.

—Lo siento.

Me giré hacia el lava manos y comencé a pasar agua por mi cuello, lavando todo rastro de aquel olor amaderado de esa loción barata, pasando chorros de agua una y otra vez, desapareciendo por completo el aroma.

Todo bajo la mirada de Harry.

***



Ofelia sollozaba con gran fuerza, varias mujeres de los pueblos de alrededor intentaban tranquilizarla y decirle que todo estaría bien.

Mentirosas.

Por momentos escuchaba las palabras dichas por aquella madre desconsolada. Cosas como que Xavier era demasiado joven, que Xavier no merecía morir, que Xavier era su pequeño bebé, su hijo menor.

Xavier tenía la misma edad que yo, veinticinco años recién cumplidos. Para mi, una cifra elevada pero para él apenas era el comienzo de la vida.

Aveces las cosas se terminan apenas el comienzo.

La Nube Gris (l.s)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora