Capítulo Trece

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No volví a salir de mi habitación, únicamente salía deprisa a comer y volvía a encerrarme bajo llave, Ofelia no hizo preguntas pues decidió darme mi espacio y yo evitaba a toda costa encontrarme con Harry.
No tenía la valentía de verlo y tampoco la fuerza, cada que escucho su voz desde las paredes de mi habitación vuelve a mi aquella sensación del metal frío posicionarse en mi cien.

No tengo una razón en específico para querer estar bajo llave todo el día pero al mismo tiempo el ver a Harry a la cara me resulta difícil. No soy capaz de intercambiar palabras con él, no soy capaz de sentir su fría mirada sobre mi.

No he podido dormir bien, el recuerdo del arma en mi cabeza hace que comience a temblar. El sentimiento de dormir y estar desprotegido es abrumador y espeluznante.

En estos momentos mi posesión más preciada es aquella llave plateada y de aluminio con la que cierro la puerta noche y día.

—¿Louis?... —Escucho afuera.

Reconozco esa voz, es Ofelia que seguramente viene a buscarme para almorzar, miro el viejo reloj que yace encima del escritorio, justo a un lado del calendario vencido con una imagen de un lago. Es temprano, seguramente Harry aún no entra a cenar así que me es seguro salir.

Sacó la llave y abro la puerta destrancandola, gracias a todo este tiempo he descubierto una especie de truco que sirve para que cierre bien y también ayuda a que no entre el viento, suena un click, giro la perilla y me encuentro con Ofelia.

—Louis, perdona que te moleste pero hice tartas.—Menciona.—Ven a probarlas ahora que acaban de salir del horno.

—Si, gracias Ofelia. En un momento voy.—Agradezco y la mujer queda satisfecha mientras camina por el corto corredor hasta adentrarse a la cocina de nuevo.

Suspiro y tomó el suéter que había dejado encima de la silla del escritorio, apenas comienza a atardecer así que es una buena idea salir a comer de las tartas de Ofelia y posteriormente volverme a encerrar antes de que Harry entre de nuevo a la casa para cenar. Seguramente después de ello escucharé sus fuertes pasos resonar en la madera, en las escaleras, el sonido de la regadera y posteriormente el de su puerta siento cerrada con fuerza.

Acomodo un poco mi cabello, realmente ha crecido un poco desde que llegué, aquí no hay alguna peluquería o barbería a mi alcance, la única forma de no parecer un vagabundo en la granja es cortandote el cabello tu mismo. Es por eso que Harry decidió dejar de preocuparse por ello y dejarlo crecer. Ocasionalmente lo recorta con las tijeras para que continúe a la altura de los hombros. Sin embargo, todas las mañanas se rasura, con aquella navaja afilada en forma de cuchilla y un poco de jabón.

Acomodo mi flequillo con los dedos y salgo de mi habitación, cruzo el pasillo y mi nariz se inunda con un delicioso aroma a pan y a alguna mermelada dulce, una combinación exquisita que me hace salivar.

Cruzo el marco de la cocina y mi cuerpo se tensa al ver a Harry sentado en la mesa, en el lugar de siempre. Siento mi sangre helarse y mis pies no responden.

—Siéntate, Louis.—Dice Ofelia.

Golpeo mi cabeza mentalmente. Que idiota. Claro que Ofelia iba a pedirle a Harry que detuviera un poco sus labores y entrara a comer de las tartas recién hechas.

Como puedo, camino hacia mi lugar y tomo asiento. Mantengo mi cabeza agachada, evitando completamente el cruzar mirada con Harry.

Sin embargo, estoy consiente de que Harry está mirándome, y no sólo eso sino que tiene el ceño más fruncido de lo normal, tiene los ojos oscuros y más que molesto, luce confundido.

—Tomen, pueden tomar las que quieran.—Dice Ofelia sonriente, poniendo una pequeña cesta en medio de la mesa con una servilleta de tela bordada a mano en donde reposan las tartas.

La Nube Gris (l.s)Where stories live. Discover now